Primero fue Path, más tarde Twitter y ahora Facebook. Durante el día de ayer, el periódico Sunday Times publicó un artículo bastante crítico con la red social de Mark Zuckerberg, en el que afirmaban que ésta guardaba un registro de los SMS enviados si el teléfono móvil tenía instalada la aplicación de Facebook.
Desde Facebook se han apresurado hoy a negar esta situación, afirmando que el artículo en cuestión no ha comprobado los hechos correctamente y animando a todos los usuarios a que revisen por sí mismos la información intercambiada entre móvil y servidor. Pero, ¿por qué cada vez tenemos más polémicas de este estilo?
La respuesta parece sencilla: por la falta de transparencia de las aplicaciones. En el caso de Path, en ningún sitio se advertía de que se almacenaba los datos de la agenda en el servidor de la compañía. ¿Para qué quieren los datos a fin de cuentas? El caso de Facebook aún es más criticable, ya que en parte la culpa es suya. En el apartado donde se detallan los permisos que necesita la aplicación, aparece un montón de ellos. ¿Para qué necesita cada uno? ¿Por qué no lo aclaran en detalle, en lugar de jugar con la ambigüedad?
Para los usuarios esto es un arma de doble filo. Estamos acostumbrados a ver cómo muchas aplicaciones se curan en salud y solicitan permisos con la filosofía "más vale que sobre y no que falte", pero esto puede jugarnos una mala pasada. A fin de cuentas, si nos acostumbramos a ver listas de este tipo, ¿cómo podemos saber que las aplicaciones están haciendo uso de esos permisos y con qué fin si casi todas ellas dicen utilizar los mismos?
¿La solución? Parece clara: que tanto desarrolladores como fabricantes se pongan de acuerdo y empiecen a exigir más rigurosidad en este aspecto, explicando al usuario en todo momento a qué datos accede cada aplicación y con qué fin, o incluso ofrecer la posibilidad de desactivar estos accesos no deseados.
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