Las redes sociales han sido y son herramientas y plataformas esenciales en el empoderamiento de personas y colectivos. Es algo que a día de hoy podemos ver con el movimiento #MeToo, bajo el que se denuncia el acoso, la violación y en general cualquier tipo de vulneración de la libertad sexual de la mujer. Hablar de estos temas y sensibilizar es algo que comienza a ser muy normal en Occidente, pero las autoridades de Egipto no lo ven de esta forma, no al menos cuando se habla en referencia a su país.
En Wired cuentan el caso de Mona, una libanesa de 24 años que, encontrándose en el país de las pirámides, sufrió acoso verbal por parte de dos hombres en El Cairo, además de más comentarios sexuales por parte de muchos otros. La cosa trascendió a lo físico cuando un hombre le cogió los pechos mientras caminaba. Ante tal situación, al llegar a su hotel, la chica denunció el acoso en su perfil Facebook, detallando todo lo que le había tocado sufrir ese día.
Denunciar en redes se puede volver en nuestra contra
Aunque tras dormir por la noche Mona decidió borrar el vídeo, alguien ya lo había descargado y colgado en páginas de Facebook sobre Egipto. Y ahí se desató la tormenta. El vídeo se hizo viral y comenzó a compartirse masivamente. Sus amigos comenzaron a escribirle preocupados por su situación. Si en un caso menos polémico los comentarios ya pueden recordar a una guerra, en este caso hubo fuertes amenazas, incluso de muerte, recordando a Mona que sabían en qué hotel estaba alojada.
A partir de ahí, el infierno fue a más. Con la excusa de luchar contra noticias falsas, el presidente Abdel Fattah y el Gobierno promulgaron una nueva ley por la que se podrían cerrar páginas web críticas con el ejecutivo. El problema es que usuarios de redes sociales con más de 5.000 seguidores o amigos ya son considerados medios de información, y en cualquier caso, sólo con visitar una web crítica, como individuo ya eres susceptible de ir a la cárcel.
Es justo lo que le ocurrió a Mona. Intentó calmar los ánimos con un nuevo vídeo y con una visita a una comisaría, pero fue inútil. Un tribunal le condenó a ocho años de prisión por "difundir deliberadamente falsos rumores con el objetivo de socavar la sociedad y atacar a religiones". Ya en la cárcel, la situación llegó a tal punto, que Mona intentó suicidarse. Fue testigo de cómo los responsables de la prisión violaban a prostitutas delante de ella, mientras le decían que le haría lo mismo si pudieran.
Los peligros de las redes sociales cuando se pierden libertades
Que las redes sociales son un problema en sociedades poco democráticas no es algo nuevo. Algunos países pasan a la acción bloqueándolas, como ocurre en China con las occidentales cuyos datos no son controlados por las agencias gubernamentales, o monitorizándolas, como vemos en Egipto. Lo paradójico de este caso es que las herramientas que un día dieron más libertad a ese pueblo, en la Primavera Árabe, y que el gobierno de Mubarak ya vio como una amenaza y bloqueó, ahora son aprovechadas para jugar en contra de los individuos.
Ahora, como Donald Trump ya ha hecho en Estados Unidos, las noticias falsas se utilizan como excusa para acusar a personas de difamar más que como un problema de desinformación que solucionar para que el pueblo pueda tomar decisiones conociendo la verdad. La diferencia es que en un país democrático imperan las leyes, y en uno no democrático impera la decisión de sus líderes. Por eso, cuando se viaja, sin que la culpa sea en ningún momento de la víctima, hay que informarse de qué cosas pueden ser o no legales en el país que se visita, pues en un momento político tan convulso como por el que atraviesan algunos los países árabes, nunca son predecibles las consecuencias de una ola represiva.
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