Cuentan que el escritor estadounidense Jonathan Franzen, es “alguien que ha puesto de acuerdo a la crítica más exigente, al público y hasta al presidente Obama”. Su libro, ‘Libertad’ , fue “recibido como la primera gran novela norteamericana del siglo XXI”, aseguraba El País. Habrá opiniones para todos los gustos, pero el caso es que el autor de “Libertad” es alguien que llama la atención, más ahora que presenta nuevo libro.
El caso es que están siendo sus opiniones sobre Internet (“es el tabaco del siglo XXI”) y Twitter (“ver la foto del plato de alubias de un amigo en Los Ángeles no es ningún avance”) las más destacadas en los titulares de sus últimas entrevistas, por eso nos ha llamado la atención. Pero más allá de los titulares, el ensayista de la “libertad”, se explica:
Me preocupa la intensa relación entre tecnología y consumismo. Al mundo le han dado algo que no pidió, para que consumamos más, y encima nos lo visten de retórica progresista, como si ver en Twitter la foto del plato de alubias que un amigo se está comiendo en Los Ángeles fuera un gran avance. Los contenidos vinculados a estas tecnologías no dan sentido a la vida. Estoy en guerra contra eso, y en ese sentido Internet es mi enemigo. Mi objetivo es escribir para otro tipo de gente: los que no aceptan políticas simplistas ni narrativas sencillas ni vidas superficiales. Yo veo Internet como el tabaco del siglo XXI. En los años 50, todo el mundo fumaba. Hoy todos van tecleando compulsivamente por la calle. Hasta yo siento ansiedad si llevo dos horas sin consultar e-mails. Todos sienten que así pierden el tiempo pero no pueden dejar de hacerlo. Ahí entramos los novelistas: un buen libro detiene el reloj y la vía de escape que ofrece es enriquecedora, no embrutece.
El País ya nos adelantó hace un par de semanas que el nuevo libro de Franzen (Más afuera) tenía a Internet entre las víctimas de algunas de sus críticas más mordaces. Se explicaba el autor:
Los apóstoles de la tecnología me han hecho sentir que o estas con ellos o estás contra ellos. Los adictos a Twitter me la tienen jurada porque opino que es una herramienta sobrevalorada. No la uso, pero de vez en cuando me suplantan. Siempre que alguien viene y me dice: ‘Me encantan tus tuits’, sé que tengo que llamar a mi agente para que haga algo al respecto. Twitter además no facilita el trabajo de eliminar a los impostores. Teniendo en cuenta ese universo de links que apuntan a textos que nadie ha leído ni piensa leer, de fotos de gente desayunando y comunicándolo en 140 caracteres; teniendo en cuenta el océano de información defectuosa y la dificultad creciente de diferenciar la buena de la mala; considerando están plagados de errores que los artículos de la Wikipedia (que uso, pero solo para asuntos sencillitos como la fecha de nacimiento de Heinrich Heine); y que la crítica de los productos culturales ha muerto a manos de las reseñas de los consumidores, de las cuales un tercio o más son inventadas, me resulta imposible no colocarme en el coro de los críticos de Internet y de las redes sociales. Son triviales e inexactas. Y me molesta su estúpida retórica del progreso que acabará por hacer de este mundo un lugar maravilloso. Vengo de la tradición de la imprenta en la que los hechos deben ser importantes y en la que hay una preocupación por crear un producto permanente. Me enorgullezco de ser blanco de las críticas de esa tribu, incluso aunque paso horas en la Red.
Para el titular me he decidido por las alubias.
Foto | Wikipedia
Vía | La Vanguardia; El País