Cuando casi se van a cumplir dos años de su anuncio, Mark Zuckerberg volvió a hablar del proyecto de Facebook para leerte la mente, Building 8. Ese con el que la compañía planea ofrecer, de forma no intrusiva, la capacidad de que los usuarios puedan escribir (o navegar por Internet) con tan sólo pensar, sin las limitaciones que ofrece el habla o la escritura. Facebook afirmó mientras presentaba este avance en el que estaban trabajando que los usuarios podrían escribir 100 palabras por minuto, algo cinco veces superior a lo normal.
Cuando escuchamos esto, a todos nos emociona saber que un futuro así está cercano, a priori. Más incluso cuando Facebook esperaba poder lograr todo con un casco no invasivo en dos años. Sin embargo, estos últimos dos años no han sido muy buenos para la compañía, por lo que cabría esperar más cautela por parte de su CEO, Mark Zuckerberg, a la hora de vender las bondades de una tecnología que tiene la capacidad de ser utilizada en tan mal sentido como lo ha sido su red social.
Zuckerberg comienza su ciclo con universidades y expertos mostrando que hay un futuro que le emociona más que arreglar Facebook
Según recoge Wired, y puede verse públicamente, Mark Zuckerberg ya está realizando los debates que se tomó como reto para 2019. Y lo ha hecho con en Harvard con Jonathan Zittrain, un profesor de derecho de Harvard, la universidad donde comenzaron las andaduras de Facebook y donde finalmente se graduó 12 años más tarde.
En la charla, se tocan temas muy diversos, como por ejemplo el hipotético funcionamiento de servicios de transporte como Uber o Lyft con un modelo como el de Facebook, basado en la publicidad. Sin embargo, tras abordar los problemas de la compañía como ha hecho otras muchas veces, el punto interesante de la entrevista (hacia el final) llegó cuando pasaron a hablar lo que al CEO de le emocionaba sobre el futuro. Tras ser preguntado, respondió que la interfaz cerebro-ordenador que Facebook está desarrollando.
Zuckerberg habló de que sería "algo que presumiblemente todo el mundo elegiría usar como producto", y ahí quizá comienza el problema. La cuestión no es si las personas eligen usar un producto, con Facebook lo han hecho. En concreto, más de 2.000 millones de personas lo hacen cada mes. La cuestión es qué hace la compañía con un producto que potencialmente puede poner en su posesión los pensamientos de millones de personas.
Zuckerberg no se imagina (de forma abierta) el escenario en que dicha solución se usaría negativamente por parte de, por ejemplo, las fuerzas de seguridad. Si algo hemos aprendido en esta era de redes sociales es que pese a las grandes posibilidades positivas que una tecnología o plataforma abra, siempre será usada para mal. Siempre, sin importar si es en un porcentaje mayor o menor.
El potencial de las grandes tecnológicas está más que demostrado, y es gigantesco. Ahora, tras comprobar todo lo mal que puede nacer de sus creaciones, (Facebook se ve como responsable del genocidio en Myanmar), y con CEOs que por primera vez afirman estar enfocándose totalmente a la privacidad, son esos valores que se defienden los que tienen que anteponerse a cualquier revolución tecnológica, por mucha comodidad y 100 palabras frente a 20 por minuto que permitan escribir más rapido.
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