La realpolitik se ha visto desbordada, en tiempo y formas, por la digitalpolitik de los jóvenes, alegres, valientes y desafiantes. - Antoni Gutiérrez-Rubí
"La revista Time ha publicado su lista de las 100 personas más influyentes del mundo. La encabeza Wael Ghonim, el ejecutivo de Google que se pasó a la trinchera de la revolución egipcia.
Son artistas y activistas, reformadores e investigadores, políticos (pocos) y capitanes de la industria. Sus ideas generan diálogo y disenso y, a veces, la revolución". El símbolo: Wael Ghonim releva como el hombre más influyente del mundo al ex presidente brasileño Lula da Silva, que en 2010 encabezó la lista de Time. De un político a un ejecutivo de internet que deriva en revolucionario. No precisamente virtual. Wael Ghonim fue otro de los miles de desaparecidos, afortunadamente salvó su vida y pudo celebrar en la Plaza Tahir la caída de Mubarak.
Después del revolucionario egipcio aparece en la lista de la revista Time el economista estadounidense y ganador de un Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. Pero el tercer puesto es para el fundador y consejero delegado de Netflix, Reed Hastings. El fundador de la red social Facebook, Mark Zuckerberg, y la canciller alemana, Angela Merkel, figuran en el sexto y octavo lugar, seguidos del fundador de Wikileaks, Julian Assange.
“La influencia es imposible de medir”, reconoce Time, que asegura que gracias a los medios de comunicación social, “cualquier persona puede comunicarse con todos”, de forma que “la democratización de la información puede conducir a la democracia real”.
Ayer el político egipcio Mohamed El Baradei, al que asesoró Wael Ghonim desde la clandestinidad, se mostraba feliz. Verdaderamente emocionado: "Ghonim encarna la juventud de la sociedad egipcia que había perdido toda esperanza de cambio en una sociedad marcada por el miedo desde hace décadas”, pero que “comprendió que las redes sociales y particularmente Facebook eran la herramienta más poderosa para desarrollar ideas y movilizar gente” lanzando una revolución pacífica que desembocó en el fin del régimen de Hosni Mubarak.
Al insistir en que el régimen atiende sólo cuando los ciudadanos ejercen su derecho a la desobediencia civil y a manifestarse, Wael ayudó a iniciar la revolución pacífica.
Que la falacia de la transición ordenada, hija de la realpolitik, no le ponga un broche de papel couché a la revolución de la digitalpolitik. Pongamos que hablo de Maikel Nabil.
Vía | Time