Hace tiempo que no me salen las cuentas con la impresora, así que he terminado volviendo a la copistería del barrio

Hace tiempo que no me salen las cuentas con la impresora, así que he terminado volviendo a la copistería del barrio

En un mundo en el que cada vez se imprime menos, merece la pena pagar más por hacerlo en una copistería que todo lo que supone tener una impresora

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Impresora

Mi primer ordenador llegó a casa cuando tenía ocho años como regalo de comunión. Pocos años después, le acompañó una impresora para trabajos escolares y desde entonces he ido renovando este dúo de aparatos a lo largo de mi vida académica y profesional, hasta hace aproximadamente un año. Entonces me cambié de ordenador y el último ya no soportaba mi impresora, un modelo veterano con tóner de Samsung del que me enamoré: era compacta, barata y funcionaba bien. De hecho, llevaba muchísimos años conmigo. Pero ya no volveré a comprar impresoras.

Historia de una ruptura: Las impresoras son cada vez más caras y avanzadas. Yo cada vez necesito imprimir menos

La impresora siempre ha sido la mejor amiga de estudiantes que dejan todo para el último momento. Me explico: para apuntes, fotocopias o libros siempre he tirado de copistería, porque más allá de imprimir unas pocas hojas, lo de trabajar a escala o a dos caras me ha dado muchos quebraderos de cabeza. La comodidad tiene un precio. Y al César lo que es del César: la impresión profesional tiene más calidad. 

Dicho esto, si tienes que entregar un trabajo mañana lunes a primera hora y estás ultimándolo el domingo, lo suyo es tener esa impresora que te salve para pasarlo a papel a cualquier hora. Esos tiempos afortunadamente pasaron a mejor vida, como lo hizo tristemente mi impresora. A día de hoy mis tareas de impresión se resumen en etiquetas de devolución (estamos en 2024 y todavía hay servicios que te hacen imprimirla físicamente y no leyendo de la pantalla del móvil), algún documento concreto y poco más. No me corre prisa.

Dicho esto, quien haya imprimido trabajos a última hora también habrá sufrido la ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal, que aplicado a este escenario viene a ser no tener tinta, que se hubiera secado o que falte ese cartucho concreto que no necesitas y que por eso no imprima. Nota: con mi impresora láser monocolor se acabó ese problema, no había tinta seca que valiera. Desde luego, si volviera a comprar una, repetiría tecnología.

De hecho, cuando mi impresora se convirtió en un gran pisapapeles, lo primero que hice fue acudir a Amazon para buscar una otra impresora tóner monocolor compacta y barata. Otro jarro de agua fría: en general las que había eran grandes, más avanzadas y costaban como poco el doble que mi adorada Samsung. Los modelos básicos son rara avis, aunque haberlos, haylos y para muestra esta esta excepción de HP, que fue la candidata que valoré más seriamente. Sí, a cambio son mucho más completas, pero es que yo solo quiero imprimir y ya. No necesito más.

A eso hay que añadir el otro gran coste: el de los consumibles. Con mi vieja Samsung tiraba de tóneres compatibles que me salían genial de precio. Una rápida búsqueda en Amazon me devolvió que la inflación también había golpeado con fuerza el mundo de los tóner: el original cuesta casi 50 euros y aunque nuevamente los compatibles acuden al rescate, siguen sin salirme las cuentas.

Ojo que la impresión en la copistería de debajo de mi casa no es barata precisamente si lo que quieres son un par de hojas sueltas (a color, ni hablemos). Soy consciente de que existen servicios online o que si me acercara a la zona universitaria, iba a encontrar copisterías low cost, pero nuevamente la conveniencia vuelve a escena: quiero bajar, imprimir la hoja y que todo esto no me cueste más de cinco minutos. Incluso aunque el coste unitario se dispare porque bueno, son un par de hojas de vez en cuando.

Obviamente si tuviera que imprimir 200 hojas, la cosa cambiaría: iría a una copistería universitaria. Y si tuviera que hacerlo a menudo, entonces quizás lo de comprar una impresora volvería a la palestra. Pero a día de hoy ninguna de las dos cosas me rentan.

Portada | Antonio Vallejo (Xataka)

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