Hace un año, el editor de audio open source por excelencia, Audacity, comenzaba el mes de mayo estrenando nuevos propietarios: Muse Group, la compañía desarrolladora de Ultimate Guitar y de la plataforma MuseScore. Pero ésta última evocaba en muchos usuarios el recuerdo de una antigua polémica en torno a un intento de poner tras un 'paywall' recursos generados por los usuarios.
De modo que, para un sector de la comunidad de Audacity, el cambio de propietario no anticipaba nada bueno. Y la polémica tardó poco en llegar: el primer cambio introducido en el código por la nueva compañía consistía en la introducción de un sistema de telemetría, que mantendría diversos datos sobre los usuarios en servidores de terceros (Google y Yandex).
Cuando Muse aceptó cambiar esto para dejar los datos en sus propios servidores, empeoró más la situación al contemplar la posibilidad de vender los datos recopilados a "potenciales compradores". Los usuarios y los medios empezaron a calificar a Audacity, un software tan popular como —hasta entonces— respetable, con la etiqueta de 'spyware'.
Finalmente, Daniel Ray (jefe de Estrategia de Muse Group) anunció, tras atribuir gran parte de la polémica a la "redacción poco clara de los términos de uso" de Audacity, que emprenderían una reescritura de las mismas con el objetivo de que se entendieran mejor. ¿Significaba eso, entonces, que finalmente no había recolección ni venta de datos de los usuarios?
Sí y no. Ray dejó claro que Audacity sólo recolectaría tres tipos de datos: dirección IP, información básica del sistema (versión del SO, tipo de CPU…) y datos de informe de errores (opcional, remitido manual y voluntariamente por el usuario); por otro lado, dicha información ni sería vendida ni tampoco entregada a las autoridades sin previa orden de un tribunal.
Más allá de la telemetría…
Pero la telemetría no fue el único leño que alimentó la hoguera de la polémica en esos días. Muchos otros temas se pusieron sobre la mesa en aquellos días de mayo/junio:
- Muse Group introdujo un 'Acuerdo de Licencia para Colaboradores' que otorgaba a la compañía el derecho a usar a conveniencia las contribuciones al código del proyecto: los autores de las mismas podrían seguir usando su código como quisieran en sus propios proyectos, pero no podrían retirar a posteriori el permiso para que Muse Group lo usara en Audacity. Dicho acuerdo sigue recogiendo aún hoy esas exigencias:
"El CLA también garantiza que una vez que haya proporcionado una contribución, no puede intentar retirar el permiso para su uso en una fecha posterior. […] Ningún contribuyente individual puede mantener tal amenaza sobre toda la comunidad de usuarios".
"Los parches triviales como las correcciones ortográficas o las palabras faltantes no requerirán un acuerdo, ya que cualquiera podría hacerlo. Sin embargo, casi cualquier cosa requerirá un CLA".
Hubo rumores acerca de que el punto anterior estaba relacionado con la posible introducción de una 'licencia dual' de la que no se ha sabido nada desde entonces: la última versión estable de Audacity, recientemente actualizada, sólo recoge referencias a la tradicional GPL 2. Aunque, eso sí, los responsables de la compañía hicieron referencia en su momento a su intención de adoptar en algún momento futuro la licencia GPL 3.
Muse Group retocó la 'Política de Privacidad' de Audacity con el fin de prohibir su uso por parte de menores de 13 años, teóricamente con el fin de que cumplir varias normativas de EE.UU. y de la UE. Pero este requisito no sólo no es necesario, sino que resulta una restricción incompatible con la GPL. A día de hoy, dicha referencia ha desaparecido del texto legal.
De bifurcaciones y paquetes
Cuando se desató la polémica, la comunidad de desarrolladores se apresuró a amenazar a Muse Group con el lanzamiento de un fork. No era algo extraño ni fuera de lugar en el mundo open source: cuando el popular VS Code anunció la introducción de telemetría básica, se creó el proyecto 'VSCodium', que venía a ser exactamente el mismo software, desprovisto de la espinosa nueva funcionalidad. Pero en este caso, la comunidad contestó lanzando…
- …Audacium…
- …Tenacity…
- …Sneedacity…
- …Saudacity…
En primer lugar, fueron incapaces de unirse en un proyecto único que se limitase a suprimir lo más polémico del original: les pudieron las ansias por añadir nuevas funcionalidades y/o una nueva interfaz, característica demandada durante largo tiempo en la comunidad de Audacity.
En segundo lugar, si existía la posibilidad —y eso no está claro, una vez se calmaron los ánimos tras las rectificaciones de Mouse Group— de que uno de ellos consiguiera labrarse su propio nicho de usuarios y desarrolladores, la competencia entre los cuatro forks ha tirado eso por la borda, pues ninguno de ellos ha emergido como una alternativa clara…
y tampoco ninguno ha sabido incorporar rápidamente funciones nuevas que justifiquen el abandono de la marca original. Sumemos a eso las propias polémicas internas de algunos de los proyectos 'secesionistas' y se nos queda la sensación de que para este viaje no hacían falta tan ruidosas alforjas.
Eso no significa que lo ocurrido no haya pasado factura a Audacity: tras la polémica, las distribuciones Linux han dejado de actualizar los paquetes de este software a su última versión, de modo que Audacity 3.1.x ya sólo es accesible recurriendo a paquetes no-oficiales (Snap, Flatpack, AppImage) o a respositorios comunitarios (como AUR, en el casod e Arch Linux).
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