Lo gratis está en peligro. En las últimas semanas estamos viendo como más y más voces se vuelven en contra del software gratis, de las startups cuyo modelo de negocio principal (si es que podemos llamarlo así) es ofrecer un producto o servicio gratuito a los usuarios. El último caso ha sido Instagram y, cómo no, todos hemos escuchado la dichosa frase de “no sé por qué no cobran por lo que hacen, yo pagaría contento para que no utilicen mis datos para ofrecer publicidad”.
La razón principal por la que muchos servicios como Google, Blogger, YouTube, Twitter, Facebook, Instagram, Tumblr o SoundCloud han tenido éxito en los últimos 10 años se debe a una idea fundamental, y es su acceso gratuito. Aún siendo cierto que ser gratis no es una condición suficiente para el éxito global, probablemente sí sea necesaria en la era digital y en el Internet de consumo que conocemos hoy en día.
Si los servicios mencionados anteriormente no fuesen gratis desde sus inicios, probablemente jamás habrían conseguido una masa de usuarios crítica ni ningún tipo de tracción. Nunca habrían alcanzado sus actuales dimensiones. Ser gratis abrió, abre y abrirá las puertas a un número gigantesco de usuarios, otorgándole a muchas compañías un valor democratizador intrínseco, al acercar una serie de productos y servicios al público en general.
No hay nada malo en ofrecer algo gratis en Internet. Pero los usuarios también deben ser consecuentes y entender que cosas totalmente gratuitas en este mundo hay muy pocas, y que en determinados casos la moneda de pago es nuestra información, nuestros datos, nuestro comportamiento. Una vez entendida esa situación es una cuestión personal el determinar si realmente vale la pena realizar dicho intercambio: datos personales (no identificables muchas veces) a cambio de un producto o servicio gratuito que nos aporta un valor concreto.
Fred Wilson, uno de los inversores más importantes en empresas de la era social a través de Union Square Ventures, ha defendido en varias ocasiones este tipo de modelos, acuñando en el 2006 el término freemium. Escribía por entonces lo siguiente:
Give your service away for free, possibly ad supported but maybe not, acquire a lot of customers very efficiently through word of mouth, referral networks, organic search marketing, etc, then offer premium priced value added services or an enhanced version of your service to your customer base.Es decir, un modelo gratuito que ofrece una serie de servicios adicionales de pago. Ejemplos dentro de esta categoría existen muchos y de muy variada naturaleza, como por ejemplo Flickr, Spotify o SoundCloud.
La idea de rentabilidad mal asociada a productos y servicios gratuitos
Todo lo expuesto anteriormente no implica que los modelos de pago o acceso restringido estén destinados a morir o a no conseguir un éxito de tales características. Afirmar tal cosa sería una locura. Software de pago que proporcione un valor añadido fácilmente identificable alcanzará el equilibrio de una forma más rápida. Equilibrio que, por otro lado, suele asociarse a la idea de rentabilidad monetaria y que, a su vez, es término normalmente mal relacionado con la idea de productos y servicios gratuitos. Un argumento utilizado en multitud de ocasiones para atacar los cimientos de empresas con modelos gratis y/o freemium, ya que éstas tardarán años en alcanzar la rentabilidad.
Y yo me pregunto, ¿y qué? como usuario, ¿por qué nos preocupa tanto esta cuestión? Algunos dirán que se debe a la mayor probabilidad de desaparición de startups (compras, cierres, etc) basadas en un modelo freemium, pero dudo que exista una correlación entre ambas situaciones. Han existido y existirán startups no rentables que han sido vendidas y han proporcionado un retorno a inversores y fundadores. Han existido y existirán startups rentables que han muerto antes de que acabasen de tocar la canción, suponiendo una pérdida para todas las partes involucradas. Y han existido y existirán startups con un modelo freemium que han alcanzado la rentabilidad, manteniéndose en el tiempo para beneficio de los usuarios.
La rentabilidad en Internet está, en parte, sobredimensionada. No tanto el hecho de alcanzarla, si no el propio concepto y el proceso necesario para llegar a ella. Alcanzar la rentabilidad no es una meta en el corto plazo. O mejor dicho, no alcanzar la rentabilidad en el corto plazo no implica que seas un patán o que tu empresa no esté caminando en el sentido correcto. Somos expertos en querer matar ideas o empresas antes de que su momento haya llegado.
Ante la falta de argumentos de peso muchos acuden a conceptos como la rentabilidad para criticar a empresas con un modelo gratuito. En un país que disfruta criticando ideas ajenas quizás nos haríamos un favor si nos parásemos a analizar lo que empresas como Twitter, Instagram, Tumblr o Spotify han aportado a la sociedad y al Internet de consumo en general. Estas empresas nunca podrían haber alcanzado sus dimensiones actuales si no fuesen gratuitas desde el primer momento. De la misma manera que no habrían alcanzado tal tamaño si su principal preocupación en sus dos primeros años de vida hubiese sido la de alcanzar la rentabilidad.
No tengamos prejuicios hacia empresas cuya existencia gira en torno al concepto de lo gratis y la democratización de productos y servicios. Critiquémoslos todo lo necesario para intentar que respeten al máximo la privacidad y los derechos de los usuarios, pero hagámoslo dándonos cuenta de que lo gratis ha funcionado y funcionará, y proporciona un valor añadido para la sociedad difícil de calcular. No matemos lo gratis, dejamos que viva, crezca, evolucione y alcance poco a poco su propio equlibrio, su propia rentabilidad.
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Imagen | mhauri
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