Solemos escuchar alegremente la expresión "soy / eres un adicto a Internet", una afirmación que en China cobra una nueva dimensión. Un reciente estudio de la Asociación de la Juventud China para el Desarrollo de la Red revela que 24 millones de jóvenes chinos son adictos a Internet.
Dicho estudio asegura que uno de cada siete jóvenes chinos es adicto a Internet. Por este motivo, existen una serie de "campamentos" en los que se les somete a todo tipo de pruebas físicas y mentales para poder cambiar de rumbo.
En total existen 250 centros en todo el país, en los que los pacientes (recordamos que en China la adicción a Internet está considerada como un trastorno clínico) experimentan una especie de servicio militar:
- Realizar tareas domésticas: limpiar, cocinar...
- Hacer ejercicio físico
- Pueden entretenerse lejos de Internet: leer o escuchar música
En algunos centros les llegan a realizar un escáner cerebral, intentando analizar sus reacciones cuando está conectado a Internet. En el siguiente documental se ilustra a la perfección lo que viven los adolescentes ingresados:
Como vemos, se busca que, cambiando radicalmente de hábitos, sean capaces de alejarse de Internet y todos sus estímulos. El problema es que parece que los métodos utilizados son bastante cuestionables.
Maltraros e incluso muertes
China no es un país precisamente conocido por sus derechos humanos, y esto también queda patente en los campamentos para superar la adicción a Internet. A finales del año pasado conocimos la aterradora historia de una adolescente de 16 años que confesó haber asesinado a su madre, en venganza por haberla ingresado en uno de estos centros.
Aseguró que lo hizo en represalia, ya que allí había vivido una auténtica pesadilla. La joven, llamada Chen Xinran, declaró que había atado a su madre a una silla durante una semana y no le dio de comer.
Cuando llegó la ambulancia fue demasiado tarde. Su padre estaba hospitalizado después de que su hija le apuñalara, en otro incidente anterior. El centro al que la habían internado estaba situado en Shangdong, el cual ha recibido numerosas críticas por la brutalidad de sus métodos (descargas eléctricas y palizas de todo tipo).
Meses después, el gobierno chino informaba que buscaban regular los campamentos, acabando así con las terapias con descargas eléctricas. Como vemos, las técnicas para ayudar a estos pacientes son muy cuestionables.
De todos modos, parecen no haber cambiado mucho las cosas, ya que hoy conocemos que un joven ha fallecido en un centro construido en la provincia de Anhui. El chico, de 18 años, sólo llevaba 48 horas internado, y los padres se preguntan qué pudo haber ocurrido.
Tuvieron la posibilidad de ver el cadáver en la morgue, y se encontraron que estaba completamente cubierto de cicatrices, desde la cabeza a los pies. Las autoridades han clausurado este centro, y han detenido al director y cuatro trabajadores.
Muchos medios de comunicación chinos también han aprovechado para culpar a los padres, afirmando que no se han preocupado mucho sobre la educación de sus hijos.
Lo que está claro es que nos encontramos ante un tema cada vez más recurrente y preocupante. Intentar ayudar a un adolescente introduciéndolo en una pesadilla no me parece la mejor manera. Esperemos que este nuevo caso sirva para que cambien las cosas, aunque todo apunta a que será bastante difícil.
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