A día de hoy, cuando vemos un diseño clásico de interfaz, como el que en Windows inauguró Windows 95, lo que mucha gente piensa es "qué feo y desfasado". Y sí, el diseño, como el de Mac OS Classic, parece completamente de otra época y demasiado alejado de los cánones actuales.
Sin embargo, a menudo analizamos esa realidad solamente desde el punto de vista visual, pero desde el punto de lo mucho que visual tenía de funcional en esa época de la informática. Tuomas Salo es un arquitecto web que ha analizado el diseño de ventanas y botones de Windows 95, y aunque para muchos lectores lo que cuenta no será nada nuevo, los ejemplos nos han parecido excelentes en cuanto a lo que hemos perdido en las últimas décadas.
Windows 95 y el diseño clásico de Windows: pura funcionalidad
Not everything was perfect in 1995, but I think we've lost something on the way. Some remarks:
— Tuomas Salo (@tuomassalo) March 27, 2018
1) Underlined letters indicate keyboard shortcuts. How handy!
2) Design clearly says: "We are buttons!". It's easy to find the wanted button, because they have some color.
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En un breve hilo, Salo ha repasado de forma escrita y gráfica qué hacía especial a la interfaz clásica de Windows, y se resume en "lo que era un botón, parecía un botón" y en "todo tenía un sentido que se va perdiendo". Veamos los ejemplos que Salo toma para su argumentación:
En primer lugar, en la interfaz de Windows 95 había letras de botones subrayadas que implicaban que dicha función se podía invocar mediante un atajo de teclado. Algo realmente útil de cara a aprender y descubrir cómo ser más directo y productivo a la hora de utilizar el ordenador y trabajar. Botones como 'Examinar' venían acompañados de los clásicos tres puntos, indicando que se abriría otra ventana de diálogo sobre la que el usuario debe dar más información para ejecutar una tarea.
En segundo lugar, los botones tenían un aspecto claramente diferenciado de partes que no eran botones, con grandes líneas que resaltaban el contraste entre ellos y otras partes de la interfaz. Era así en botones de funciones, en la barra de scroll, etc.
Para redimensionar, los bordes de las ventanas contaban claramente que ampliar o reducir la ventana era una opción, algo que se ha ido perdiendo. Dentro de la ventana, el borde divisor de distintos paneles también deba clara sensación de poder moverse para ampliar o reducir el espacio de cada parte de la ventana.
La barra de scroll siempre era visible, y contaba claramente donde estábamos en lo que a posición del contenido se refiere.
¿Qué ha pasado? Minimalismo al cuadrado
El mayor "culpable" del fin de muchos de estos detalles tiene un nombre: diseño plano o 'flat design', y es un fenómeno que ha afectado a todas las plataformas. Si bien las grandes tendencias de diseño actual fueron impulsadas por iOS 7 y Android 5.0 Lollipop y su Material Design, a nivel de gran empresa tecnológica que lo implanta a escala masiva, el diseño plano nació con Metro o Moder UI.
Con este alabadísimo diseño de interfaz, los usuarios comenzamos a recibir grandes dosis de minimalismo, que tras años de recargadas interfaces nos llevaron a ilusionarnos ante cambios que se sentían muy frescos. En general, renovaban algo que parecía ir muriendo, como eran los sistemas operativos de escritorio.
El problema es que en muchas de estas nuevas implementaciones, se dijo adiós a detalles que no sobraban, y que siempre habían tenido un sentido. Se antepuso el diseño a la funcionalidad, cuando el buen diseño de una interfaz no se entiende sin funcionalidad, pues al final es lo que el usuario busca cuando ejecuta una tarea: poder realizarla. En las plataformas móviles se ha discutido mucho cómo los botones se han convertido en palabras sueltas colocadas encima de una interfaz, sin que se pudieran distinguir ya de marcadores informativos.
Volver a ver Windows 95 en su esplendor nos hace pensar que es mejor no volver atrás en diseño, pero que quizá sea bueno recuperar todo lo bueno que tenía en funcionalidad visual de cara a próximas versiones de Windows 10. Sobre todo, de cara a promover el descubrimiento de funciones que nos podemos estar perdiendo.
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