Lo que podéis ver en la imagen superior es un televisor que Samsung ha presentado durante el ya pasado CES 2013 en Las Vegas. Nuestros compañeros de Xataka asistieron al evento y tienen más información, pero podemos resumirlo en que su panel mide 84 pulgadas y su resolución es la llamada 4K o Ultra HD. Son 3840x2160 píxeles, que hacen que los 1920x1080 píxeles de la resolución FullHD se sonroje. Pero ¿hacen falta todos esos píxeles en un entorno como nuestra casa?
Sí, ya sé que cuando llegó el DVD creíamos que habíamos llegado a lo máximo; y lo mismo nos creíamos cuando vimos por primera vez la definición que es capaz de ofrecer un disco BluRay. Ahora viene cuando nos creemos que no puede haber nada mejor que la definición de esos discos, y las resoluciones UltraHD (de 2160p o incluso el doble, 4320p) están a la vuelta de la esquina para dejarnos a cuadros delante de una pantalla.
Pero llega un momento en el que, sólo viendo las características de las pantallas capaces de ofrecer esta resolución, empezamos a ver que quizás hemos llegado a un punto máximo de la definición de vídeo. Los televisores UltraHD que se han paseado por el CES 2013 no bajaban de las cincuenta pulgadas, un tamaño de televisor ya demasiado grande para algunos salones. Hay modelos de hasta más de ochenta pulgadas.
¿Por qué no hacerlas de tamaños a los que estamos más acostumbrados como por ejemplo 32, 37 o 42 pulgadas? La respuesta está en lo que somos capaces de ver con nuestras retinas.
La carrera de la definición ha terminado: ahora el tamaño sí importa
Este gráfico nos relaciona dos datos: el tamaño que tiene que tener la pantalla para que empecemos a distinguir diferencias entre resoluciones y la distancia a la que debemos estar de la pantalla para percibir esa misma diferencia.
Pongamos que estamos en un salón en el que tenemos el televisor a tres metros de distancia. Contemplamos de forma óptima la resolución de un DVD con una pantalla de poco más de treinta pulgadas, y empezamos a notar la diferencia entre ésta y las resoluciones 720p con pantallas de 40 a 50 pulgadas. Si queremos exprimir al máximo la resolución 1080p de un BluRay ya tendríamos que tener un televisor de más de 70 pulgadas, cosa que ahora mismo casi nadie tiene.
Todo queda evidente con las resoluciones 4K, con las que empezaríamos a notar mejoras en la definición con pantallas de noventa pulgadas y no veríamos la mejor imagen posible a menos que nos pudiéramos una pantalla de más de 140 pulgadas a tres metros de distancia. Ya no importa la densidad de píxeles que tenga ese televisor: estamos hablando de lo que son capaces de detectar nuestros ojos. Y suponiendo que tenemos unos ojos completamente sanos, que yo con mi miopía de caballo ya ni os cuento.
Adecuado para casas muy grandes o para grandes salas, pero no para el consumidor general
Es obvio que en un mundo donde las casas son (desgraciadamente) cada vez más pequeñas, no podemos ir pensando en adquirir pantallas que ocupen literalmente toda una pared de nuestro comedor. Demasiado dinero (al menos ahora), demasiada pantalla, no se aprovecharía la calidad de imagen para nada y acabaríamos todos ciegos al poco tiempo.
Por eso no veo un soporte con el que se quieran vender películas 4K. O sí, pero sólo serviría para aquellas personas que tienen salones enormes en las que una pantalla de ochenta pulgadas tiene mucho más sentido. Y en los tiempos que corren estamos hablando de menos de un 1% de la clientela. Un dato: la resolución 4320p, que es la máxima del estándar Ultra HD, es la que usan los cines IMAX con pantallas de varios pisos de altura.
En esas pantallas, o en las pantallas de los cines normales, sí que le veo futuro al formato UltraHD. En los televisores que en unos años estarán en los salones de la gran mayoría de casas... no lo creo. Es la misma filosofía que las pantallas Retina de Apple: llega un momento en el que el ojo deja de diferenciar los píxeles individuales y no vale la pena seguir la carrera por ver quién da más resolución.
No sería la primera vez que un estándar para televisores fallaría. En este mismo Ces 2013, por ejemplo, se ha considerado que el 3D para los televisores domésticos está oficialmente muerto.
Gráfico | Ars Technica
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