Desde hace ya bastante tiempo, se ha conformado un nuevo modelo de negocio basado en los derechos de autor y/o el copyright. Es un modelo que impera en países anglosajones, principalmente en los Estados Unidos y el Reino Unido. La innovación de este nuevo modelo es la siguiente: lanzar demandas por “infracción de copyright” a diestro y siniestro, ofreciendo no ir a juicio por un módico precio, y preparar un cesto para ir recogiendo los billetes que caigan. Y vaya si caen.
Este no-tan-nuevo tipo de empresas especializadas se denominan “trolls del copyright“. Son una espécie de bufetes legales que se dedican exclusivamente a esto. Parasitan redes p2p en busca de ususarios que intercambien ficheros y, una vez detectan una dirección IP, presionan a la operadora para que les facilite los datos. Una vez los tienen, se manda otra carta con el chantaje propiamente dicho: se pide una suma de dinero para cerrar el tema y no empezar un proceso legal que podría durar años y costar aún más dinero. La conversión es de un 15-20% y las cantidades oscilan entre los 400 y los 1500 dólares. Si en 2010 se lanzaron 100.000 de estas demandas, saquen el 15% y multipliquen por 1000.
Dichos trolls de copyright suelen trabajar para productoras de cine o conglomerados mediáticos, pero a menudo también van por libre. Eso significa que rastrean la red en busca de un blog o sitio web que haya publicado cualquier cosa y que, por lo tanto, sea un posible caso de infracción. Luego contactan con el propietario de los derechos originales, como podría ser un fotógrafo, un periódico o un escritor, y le compran los derechos de ésa pieza concreta. Con los derechos en el saco, mandan la carta de amenazas y extorsión.
Pero la cosa es mejor. Dichos trolls de copyright proporcionan a sus contratantes un porcentaje de los beneficios… ¡si el chantajeado cede a la extorsión! Como las típicas empresitas de “gestión de multas”, solo cobran si ganan el proceso. En este caso, es al revés: las productoras solo cobran si el chantaje surte efecto. En caso que se trate de un troll freelance, salta a la vista.
Pero aún puede ser mejor. Éstas lamentables empresas-parásito lanzan sus cartas de extorsión hacia quien no puede o no sabe defenderse. Buscan blogs ‘caseros’ como amas de casa, jovenes, asociaciones de vecinos… que o bien no tienen ni idea de cómo funciona el sistema legal, o bien lo que les dicen en la carta les asusta y al final terminan pagando.
Pero es que el tema aún es más mejor. Parece ser que las productoras que contratan este tipo de servicio deplorable no saben que, en su nombre, los trolls de copyright no se pliegan a la ley y actúan al margen de la misma. Como lo leen. Según la Digital Millenium Copyright Act, debe mandarse una notificación al presunto sitio infractor con tal que se retire el material. Además, en el mundo anglosajón existe el concepto fair use, o derecho de cita, por el cual es completamente legal usar fragmentos de texto, de vídeo o fotos para abrir debates, comentar el tema u organizar una discusión entorno a ellos. Los trolls de copyright actúan cual sheriff corrupto del lejano oeste, tomándose la justicia por su mano y saltándose la DMCA al mandar directamente una carta amenazando con ir a juicio si no se satisface una cantidad económica, rodeando también el derecho a cita y el fair use.
Las productoras sabrán si les conviene trabajar con éste tipo de parásitos y sanguijuelas, porque no es que su reputación esté muy por las nubes. Ir amenazando a amas de casa o a jóvenes autistas no sólo no les reportará un aumento de ventas, si no que mucho menos les subirá la popularidad. De hecho, ayer mismo comentaba que una de sus prácticas, demandar al titular del contrato de conexión, podría ver su fin muy pronto si los jueces norte-americanos siguen el ejemplo de su colega Harold Baker. Por otro lado ya hay investigaciones en marcha, e incluso sentencias condenatorias.
Nos han metido tanto miedo que una simple carta pidiéndonos dinero hace que no dudemos ni un segundo en entregarlo. Incluso cuando no hemos infringido ninguna ley, mientras que la carta misma es completamente ilegal. Nos llaman “piratas” y delincuentes cuando son ellos los que incumplen la ley de forma manifiesta. Hay que evitar que nos aterroricen y plantar cara a los mafiosos.
Vía | New York Times
Foto | Andrew Magill