Ángeles González-Sinde, la actual ministra de Cultura, debe dimitir de su cargo. Su gestión ha sido, cuanto menos, nefasta. Ha vendido la soberanía española a la industria norteamericana y el gobierno yankee. Ha compensado a los artistas de la campaña de la ceja con un canon digital ilegal, como dijo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
En su momento, fue nombrada a dedo cuando era todavía la presidenta de la Academia de Cine. Se posicionó y criticó duramente la inmersión lingüística que llevan a cabo sus compañeros de partido en Catalunya. También ha reprobado la nueva ley de cine catalana, que pretende equiparar el número de películas en castellano y catalán.
Pero, por encima de todo, Ángeles González-Sinde debe dimitir por su ineptitud al frente del ministerio de Cultura. No sabe gestionar su cartera y lo ha demostrado en algunas ocasiones malbaratando el dinero de los contribuyentes y ciudadanos españoles con juegos online inútiles (ahora la web está caída por ataques DDoS).
La gota que ha colmado el vaso ha sido la Ley Sinde. La ciudadanía y los internautas han sido la clave del proceso. Ha sido gracias a ellos que los políticos han reflexionado sobre la finalidad de dicha ley. Aunque sea por intereses nacionalistas, la presión popular ha conseguido que el PSOE no se salga con la suya.
Los socialistas se han quedado solos. Nadie les ha hecho costado. Tan solo una abstención, eso es lo más cariñoso que han recibido en la comisión. Partido Popular, Partido Nacionalista Vasco, Convergència i Unió, Esquerra Republicana. Todos, en contra. Un bloque político más o menos compacto le ha dejado las cosas claras a la ministra de Cultura. Con el fracaso de la Ley Sinde, su ideóloga debe caer.
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