Napster marcó para muchos un antes y un después en su forma de acceder a la cultura y de usar Internet. También fue todo un hito en la historia de la gran industria audiovisual y, sobre todo, de los bufetes de abogados expertos en copyright que se beneficiaron del inicial rechazo de la primera a replantear su modelo de negocio ante el inevitable cambio tecnológico.
El primer paso hacia el nacimiento de Napster tuvo lugar cuando dos aprendices de 'hacker' estadounidenses, Shawn Fanning y Sean Parker, se conocieron a través de mIRC en su adolescencia (14-15). Aunque técnicamente no fue hasta cinco años más tarde cuando, buscando ofrecer un modo más eficiente de buscar ficheros MP3 que buscar en salas de IRC o en Lycos, decidieron lanzar su nuevo servicio Napster en 1999.
En su momento de mayor popularidad, entre finales de 2000 y principios de 2001, aproximadamente unos 80 millones de usuarios de todo el mundo pudieron intercambiar ficheros mp3. Se hizo tan popular, que muchas universidades empezaron a bloquear su uso debido a la congestión que el constante trasiego de canciones digitalizadas empezó a causar en sus redes internas.
Finalmente, como con todas las aplicaciones P2P de comienzos de este siglo, empezaron a lloverles las demandas (hubo una gran polémica, por ejemplo, cuando se filtró a Napster una canción aún no lanzada al mercado de 'Metallica') y finalmente los tribunales fallaron a favor de la RIAA en una sentencia histórica promulgada el 12 de febrero de 2001.
La sentencia rechazaba las reclamaciones de Napster de que el intercambio de ficheros entraba dentro de los supuestos de 'fair use', así como su solicitud de que el propio tribunal instituyera un sistema de pagos que permitiera a Napster seguir ofreciendo el mismo servicio al tiempo que compensara a las discográficas por distribuir su música.
Luego, el 6 de marzo de 2001, los responsables de la aplicación acataron una nueva orden de bloquear en su red el intercambio de material protegido por copyright, y así comenzó la muerte de Napster, o al menos de su primera y más relevante encarnación. La compañía intentó mantenerse a flote, pero, despojada de lo que le hacía ser Napster, terminaría cerrando tan sólo tres meses más tarde.
Napster después de Napster
Sin embargo, Napster renació sólo unos meses después, cuando el tribunal de quiebras que supervisaba la liquidación de activos de la compañía original aprobó una oferta de Roxio de 5,3 millones de dólares por los derechos de la cartera de tecnología, la imagen y las marcas comerciales de Napster. Tras eso, Roxio cambió el nombre de su propia tienda de música PressPlay a 'Napster 2.0'.
Tras eso, Best Buy adquiriría ese nuevo 'Napster' y sus más de 700.000 clientes suscritos por 121 millones de dólares. Posteriormente, en 2011, Best Buy vendería el servicio al servicio de streaming musical Rhapsody por una cantidad no revelada. Napster sobreviviría así durante años como un servicio complementario a Rhapsody para determinados mercados (sobre todo europeos), hasta que en 2016 Rhapsody se rebautizó internacionalmente como Napster.
Napster 3.0 will feature an NFT marketplace and will allow users and artists to list their digital assets. #Web3 #MusicIndustry #Napster #Napster3 #NFT #NFTs #Crypto #Algorand #DeFi #blockchain #bostonblockchainweek
— Napster (@napster) September 22, 2022
Pero este año ha habido novedades en Napster: ha sido adquirida por dos empresas del sector 'Web3' decididas a integrar a Napster en el ecosistema 'cripto', a incluir los NFTs de artistas en su marketplace y a dotarle de su propio token. Todos ellos, cambios que llegarán en este 2023 que estamos a punto de estrenar.
Qué aprendió la industria gracias a Napster
El auge y caída de Napter 1.0 constituyó una gran lección de qué errores evitar a la hora de distribuir música en formato digital. Así, las grandes compañías que desde el primer momento quisieron trabajar de la mano de la industria musical, se centraron en crear sistemas de gestión digital de derechos (como hizo Apple en 2003 con el lanzamiento de iTunes Store).
Por otro lado, la desaparición de Napster no acabó con la amenaza del P2P, como pretendía la RIAA, sino que, a modo de una hidra, ponerse a cortar cabezas generó una multiplicación exponencial de las mismas... aunque estas nuevas cabezas habían aprendido su lección particular: una red P2P con un servidor central (como Napster) no tiene futuro ante posibles demandas por violación del copyright. De ahí el surgimiento de la red FastTrack de KazaA, de Ares, o de eMule y eDonkey. Y sobre todo, claro está, del BitTorrent.
En realidad, el mayor logro de la industria musical contra el P2P tuvo lugar cuando, con el tiempo, terminó dando su brazo a torcer ante los cambios en los patrones de consumo de música (dejando de obcecarse en la venta de álbumes físicos) y permitiendo la aparición de servicios comerciales y muy populares como, por ejemplo, Spotify.
Imagen | Saul Sableman
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