El primer paso antes de utilizar cualquier aplicación o servicio Web, sea el que sea, suele ser crear nuestra cuenta de usuario. Y este proceso ha cambiado durante los últimos años, siguiendo en ocasiones las tendencias de la industria. Algo que muchos usuarios de Internet hemos agradecido mucho.
Es algo que durante los últimos años se ha ido reduciendo (y menos mal). Porque no sé a vosotros, pero a mí me molestaba muchísimo ver que, para poder registrarme en un foro, para crear una cuenta de correo electrónico o para utilizar una aplicación Web me pidan una ristra de información que a priori no parece en absoluto necesaria. Vamos a ver cómo era, cómo es y cómo podrá ser.
El pasado: formularios interminables e ininteligibles
Nunca se me olvidará un servicio Web en el que para registrarme me pedían, además de mi cuenta de correo electrónico, una contraseña, un nombre de usuario y mi nombre teóricamente real, mi ciudad y, atención, mis intereses.
Antes era habitual solicitar cuantos más datos mejor, y además hacerlo de sopetón. El punto de vista parecía ser algo parecido a "si no me das estos datos, no utilizas mi servicio". El resultado: mucha gente se registraba por no tener más alternativa, pero introducía datos falsos.
Estos datos, aparentemente, tenían algún valor para el prestador de servicio, sobre todo para venderlos (avisando de antemano, eso sí) a servicios, en este caso, de envío de publicidad por e-mail. Por eso preguntaban nuestros intereses. Aunque habría que ver si esos datos eran más o menos verídicos y si, en ese caso, tendrían algún tipo de valor.
Por suerte ese tipo de procesos de registro ya no se estilan. Formularios de registros eternos en los que no puede faltar un captcha ilegible, para bien de todos (¡incluso de los servicios!), han dejado paso a otros mecanismos y formas de recoger información.
El presente: los datos justos y necesarios, ¡y si acaso!
Pensemos en uno de esos formularios eternos de los que hablaba antes. Y ahora miremos el formulario de registro de, por ejemplo, Amazon.es, y contemos los campos. Apenas seis campos que nos solicitan información personal: nuestro e-mail (por duplicado), nuestra contraseña (por duplicado), un nombre y un número de teléfonos (si queremos). Porque a nadie le gusta dar su dirección física si no va a realizar ningún pedido, ni sus datos bancarios si no va a realizar ningún pago.
Podemos ir todavía más allá, a formularios de registro todavía más simples: Tumblr. Una dirección de e-mail, una contraseña, y la URL del tumbleblog que vas a crear. Y ya está, porque no hace falta más.
Es el presente, es la tendencia actual: no pedir nada que no vayamos a utilizar, y que no sea necesario para que el usuario pruebe el servicio. Mientras sea necesario, el servicio seguir solicitando información: datos bancarios para pagar, direcciones físicas para realizar envíos. Y también puede irla generando: a partir de nuestras libretas de direcciones, de nuestras listas de contactos y más.
Porque las redes sociales también tienen un papel fundamental en este presente. Cada vez más servicios disponen de un método de autenticación alternativo a las cuentas que registramos con el propio servicio, siendo posible identificarnos con Twitter, Facebook o Google+. Los sitios Web de Weblogs SL, por poner un ejemplo sin tener que movernos de esta misma página, son una muestra de ello.
De ese modo no tenemos que rellenar otro perfil: nos vale el que creamos en otro servicio. Práctico, aunque con ciertos problemas (por ejemplo relativos a publicaciones en estas redes sociales originadas en estos servicios de terceros). Aunque estos métodos de autenticación ni fueron los primeros (ahí está el OpenID casi agonizante) ni gozan de toda la popularidad que pudieran (viendo que grandes de la red como Yahoo! están empezando a retirarlos).
El futuro: ¿seguiremos teniendo que registrarnos?
El futuro pasa, aunque evitablemente, por añadir otros sistemas de verificación de nuestra identidad. Además de nuestro usuario y contraseña, ya estamos utilizando métodos alternativos como la verificación en dos pasos, que tiene en cuenta un mensaje enviado a nuestro teléfono móvil.
También hay startups dedicadas a implementar sistemas de verificación biométrica, por ejemplo con nuestra huella dactilar (como es el caso de Touch ID), nuestra firma (tomemos este método como discutible en el ámbito biométrico) o con el iris de nuestro ojo. Hay mucho que trabajar todavía, pero se trata de algo que cada vez está más cerca.
¿Llegará a ser el único método de identificación? A corto plazo, desde luego no. A medio plazo, puede que en algunos sistemas críticos. A largo plazo, quizá, aunque no puedo decir que lo vea claro.
Imagen | gxti (CC BY)
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