Si alguien os dice que en este mundo no se pueden cambiar las cosas, ponedle delante ejemplos como Kickstarter para demostrarle que se equivoca. Nacido hace cuatro años como un proyecto destinado a promover el desarrollo de iniciativas propias, ha supuesto el arranque de toda una oleada de servicios orientados a la financiación en masa.
Y es que cambiar el mundo no es solo encabezar grandes revoluciones políticas o amasar ingentes fortunas. El cambio está también en mejorar las pequeñas cosas a nuestro alrededor, y ahí es donde apunta Kickstarter al convertirse en una herramienta capaz de facilitar a cualquier persona con buenas ideas la posibilidad de llevarlas a cabo sin tener que depender más que de su talento y su capacidad de ponerlo en práctica.
La idea funciona, y como prueba de ello tenemos tenemos decenas de miles de proyectos que se han puesto en marcha gracias a millones de dólares cosechados en aportaciones de pequeños inversores anónimos. Para que os hagáis una idea, solo en 2011 se recaudaron casi 100 millones de dólares para financiar 11.800 proyectos, rozando la mitad de los que se presentaron. Tal y como van las cosas durante este año, dichas cifras van a ser superadas ampliamente en 2012.
Un nuevo escenario para el desarrollo de videojuegos
Si sois aficionados a los videojuegos y seguís la actualidad del sector, sabréis de la fiebre por Kickstarter que se ha levantado durante las últimas semanas entre los estudios de desarrollo. Todo empezó con Double Fine y una petición de 400.000 dólares para financiar la creación de una aventura gráfica a la antigua usanza, un terreno donde las grandes distribuidoras no quieren invertir por estar pasado de moda. La acogida fue tal que no solo consiguió la meta en pocas horas, sino que se ha convertido en el proyecto más exitoso de esta web al superar ampliamente los 3 millones de dólares.
El éxito del estudio dirigido por el gran Tim Schafer no ha sido un caso aislado. La propuesta para resucitar una franquicia mítica como ‘Wasteland’ consiguió su marca de 900.000 dólares en pocos días y va camino ya de doblarla, y un equipo de antiguos trabajadores de BioWare ha necesitado unas pocas horas para poner en marcha el desarrollo de un juego de rol sobre vikingos llamado ‘The Banner Saga’.
Todos ellos son nombres que se alejan de los grandes estrenos de masas, tipo ‘Call of Duty’ o ‘FIFA’, demostrando que la financiación en masa puede funcionar si se enfoca hacia proyectos muy concretos, con encanto suficiente para atraer inversores y con un cierto bagaje previo que justifique el salto de fe. Es una pequeña revolución, pero sus ecos han sacudido a una de las industrias del entretenimiento que más dinero genera en la actualidad.
Otros sectores que están por explotar
Del mismo modo que los desarrolladores de videojuegos han encontrado en la financiación en masa una vía para la concepción de proyectos que en otro escenario serían causas perdidas, Kickstarter y similares están llamados a ser importantes agentes en otras industrias. Rich Burlew ostenta el tercer proyecto más exitoso de la web con 1,2 millones de dólares conseguidos para la publicación de un cómic.
La música o el cine aún no han explotado en este terreno como ya lo han hecho los videojuegos, aunque grupos de peso como Public Enemy lo intentaron hace tiempo a través de alternativas como Sellaband. Ahora imaginad por un momento que una banda como Radiohead decidieran probar suerte en Kickstarter, ¿acaso alguien duda de que en pocas horas habrían recaudado el dinero, fuera cual fuera la cifra solicitada? ¿Y os imagináis los efectos que tendría a continuación para la industria discográfica? Nada comparado al caso de los videojuegos, tenedlo por seguro.
De nuevo, estaríamos ante proyectos que necesitarían contar con algún nombre de enjundia para resultar atractivos, pero estoy totalmente convencido de que las pequeñas revoluciones se pueden encadenar para dar lugar a un gran cambio en el mundo. Uno donde artistas, diseñadores y emprendedores de todo tipo gocen de una libertad nunca antes vista para concebir sus ideas, reinventando el mecenazgo como ningún Medici habría podido soñar.