El pasado mes de julio, el confundador de Cyanogen dijo que no hay nada que temer sobre su futuro, pero sólo unos meses después, este fin de semana el proyecto ha anunciado su cierre el 31 de diciembre. Afortunadamente eso no quita que el mundo de los cocineros de ROMs vaya a seguir muy vivo y que LineageOS vaya a recoger el testigo de CyanogenMod.
Pero es un cierre que debería hacernos reflexionar sobre la viabilidad de tratar de competir cara a cara con Android. Cyanogen nació del proyecto CyanogenMod y lo quiso llevar al área comercial, pero la promesa de ofrecer una alternativa libre no fue suficiente. Por lo tanto, queda aquí una lección que pueden y deben tener en cuenta empresas que, como Canonical o incluso Microsoft, a la hora de competir con Google en su terreno.
Y vale, es verdad que Cyanogen no dejaba de ser una versión de Android, por lo que técnicamente no competía con él, pero no ha dejado de ser una lucha del código abierto de unos contra un Android "oficial" centralizado y controlado por Google.
Auge y caída de Cyanogen
Android es el sistema operativo móvil más utilizado del mundo, y su peso en los usuarios es comparable o incluso superior al de Windows para escritorio. Pero tiene un problema, que es un sistema terriblemente fragmentado, y uno en el que por lo general los dispositivos dejan de tener actualizaciones de software en cuanto cumplen algo más de un año.
Fue este el contexto en el que empezó a coger fuerza CyanogenMod, un sistema operativo de código abierto basado en Android para móviles y tabletas. Era desarrollado como software libre como rolling release, y la comunidad se iba encargando de adaptarlo a algunos de los modelos de de móvil que se quedaban sin poder ser actualizados. De esta manera, modelos de más de dos años podían verse con la última versión de Android antes incluso que los de máxima gama.
Alrededor de esta ROM se creó una comunidad de desarrolladores, y su popularidad llevó a que el popular desarrollador de Android Steve Kondik decidiese en 2013 crear la empresa Cyanogen para tratar de comercializar todo el trabajo que se estaba haciendo alrededor de CyanogenMod. Ganarían dinero con sus acuerdos con fabricantes y desarrolladores del software que preinstalen.
Pese a ser un proyecto recién nacido, el ser capaces de ofrecer prácticamente lo mismo que Android sin depender de la empresa del buscador hizo que varios fabricantes apostasen por él. Entre la lista de dispositivos que se apuntaron a la revolución nos encontramos con algunos de renombre como el OnePlus One, y también con otros como YU Yureka, YU Yuphoria, Andromax Q, BQ Aquaris X5, Lenovo ZUK Z1, Wileyfox Swift o el Wileyfox Storm. Eran buenos tiempos y había mucho optimismo.
La filosofía de intentar ser un sistema operativo libre y sin la influencia y control de Google se tambaleó cuando decidieron unir fuerzas con Microsoft para incluir sus aplicaciones. Esta decisión molestó bastante a parte de los usuarios, ya que algunos no le veían sentido a dejar de depender de una gran empresa para hacerlo de otra.
Pronto la ambición del proyecto también se vio ensombrecida por otros problemas, como su incapacidad para llegar a acuerdos con otros fabricantes de primer nivel. Y con uno de los más importantes, OnePlus, tuvieron un sonoro divorcio cuando las ganas de tener el control de su SO les llevaron a abandonar a Cyanogen y desarrollar su propia ROM basada en Android.
El resto de fabricantes no lanzaron móviles lo suficientemente exitosos como para que Cyanogen pudiera mantenerse económicamente, lo que unido a las críticas a sus acuerdos con empresas como Microsoft fueron hundiendo poco a poco el proyecto. Casi podríamos decir que su caída fue tan rápida como sorprendente fue su crecimiento.
¿Qué puede aprender Canonical de todo esto?
La primera lección que Canonical puede sacar de esto, sobre todo si tiene pensado seguir adelante con Ubuntu Touch, es la de que no es suficiente con prometer una alternativa libre y abierta para que los usuarios le den una oportunidad. Este es un concepto con el que ya deberían estar familiarizados, pues es una de las razones por la que cuesta tanto que las distribuciones GNU/Linux arañen cuota de mercado a los grandes sistemas operativos privativos.
Otra de las cosas que deberían tener en cuenta es que cuando comercialicen su sistema operativo lanzándolo con un móvil o tableta al mercado deberían tratar que fuera lo más usable y estable posible. Alguna crítica recibió Cyanogen por ciertas inestabilidades, y desde luego que lo que hemos visto hasta ahora con Ubuntu Touch está lejos de ser más que pruebas de concepto que perjudica más de lo que ayuda. Los usuarios que sólo han oído hablar de Ubuntu lo prueban, y se llevan una impresión muy negativa del producto sin entender de dónde viene y a dónde va.
Que conste que no quiero tirar piedras contra Canonical, de hecho considero un acierto su propuesta, ya que tratando de ofrecer la convergencia entre móvil y escritorio hacen algo más que ofrecer lo mismo con distinto envoltorio. Lamentablemente, si Google finalmente lanza Andromeda OS antes de que Ubuntu Touch sea estable mucho me temo que ya no tendrán nada en absoluto que hacer.
Una de las cosas en las que los creadores de Ubuntu sí que están moviéndose bien es a la hora de medir sus fuerzas. Cyanogen acabó no pudiendo mantenerse económicamente, pero Canonical ya tiene un entramado que le ayuda a obtener el dinero que necesita para salir adelante, por lo que aunque Ubuntu Touch no despegase no debería tener tantos problemas económicos.
Canonical también debería aprender a elegir mejor a sus amigos que Cyanogen. La unión con Microsoft a mi me pareció correcta para ofrecer herramientas básicas, pero hizo que muchos de los usuarios de Cyanogen criticasen el producto. De momento Ubuntu, que ya sabe de alianzas gracias a su experiencia en el usuario, está bien rodeado, aunque le está costando mucho que lleguen aplicaciones de renombre a Ubuntu Touch.
También tendrá que elegir mejor a sus enemigos. Cyanogen se enemistó con OnePlus, el fabricante que le ofreció un mayor escaparate, y perderlo hirió gravemente su proyecto. Canonical está recibiendo mimos por parte de fabricantes como BQ y Meizu, y aunque no haya conseguido tener más fabricantes de renombre como pretendían al principio, a estos dos tendrían que cuidarlos al máximo sabiendo que si se divorcian se quedan sin opciones de asaltar el sector móvil.
La convergencia entre móvil y escritorio es uno de los mayores retos para los sistemas operativos de sobremesa. Ni Microsoft ni Canonical parecen haber dado aún con la tecla a la hora de crear con ella móviles que se conviertan en populares, pero la amenaza de que Google pueda llevar Android al escritorio en un año hace que se les esté acabando el tiempo.
Imagen | David Planella
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