Ana es una amiga con la que hablo prácticamente todos los días, y que vive a 600 kilómetros de distancia, me escribió hoy por la mañana diciendo que se había muerto su tío.
Sabía cuál era la pregunta que le iba a formular, y rápidamente me aclaró que no tenía nada que ver con el coronavirus. Tenía una infección de riñón y llevaba varios días empeorando hasta que finalmente ayer acabó falleciendo.
En estos tiempos de cuarentena y distanciamiento social, situaciones como esta se pueden hacer mucho más duras, ya que no es posible acercarte a tus seres queridos para poder darles un abrazo y celebrar una ceremonia que sirva como una despedida.
Tuvieron que recurrir a grupos de WhatsApp y videollamadas para poder consolarse, animarse y darse cariño mutuamente. Y fue entonces cuando Ana me dijo una frase que me dejó totalmente sorprendido:
Durante unos segundos no podía creer lo que estaba leyendo, pero al momento caí que tenía razón. Con 36 años, me ha tocado ir a unos cuantos entierros de familiares y seres queridos, y siempre me han parecido un tanto morbosos y, que en vez de aliviar el dolor, sólo hacían hundirnos un poco más.
Aquí se podría abrir otro debate lícito e interesante. Por un lado, vivimos en una era del "usar y tirar", y un tema tan delicado como despedir a un ser querido no es algo que se pueda o deba hacer a la ligera.
Al mismo tiempo, pasar más de 24 horas en un tanatorio saludando a gente que ni conoces puede ser un colofón agotador, tanto física como psicológicamente. Y lo peor de todo, toda esta parafernalia quizás no te deje tiempo para hacer lo que realmente importa: hablar de lo que sientes con tu gente más cercana.
El humor como bálsamo, tanto en la vida real como en la virtual
Mi amiga tiene un grupo de WhatsApp con sus tres hermanos y su prima (la hija del fallecido), y fue en este canal en el que ella comunicó que su padre había muerto. "Dar condolencias a distancia es complicado, pero más complicado aún a alguien muy cercano", me dice Ana.
"Todo lo que dices, al verlo escrito, suena a cliché".
Había que tomar una decisión para romper esa cadena de mensajes "peliculeros", que pueden sonar un tanto vacíos. Fue en ese momento cuando la hermana mayor de Ana decidió dar un golpe (virtual) sobre la mesa:
"¿Pues sabes qué te digo aunque suene frívolo? Que la sopa de repollo de esta noche se va a tomar por c***. Vamos a cenar jamón de Villanueva en su honor ya que no podemos ir, le vamos a tener bien presente".
Fue entonces cuando empezó a surgir el humor como antídoto, recordar anécdotas de su tío y de un posible "encuentro en el cielo" con la abuela. "Y a partir de ahí, de repente, empezamos a contestarnos a las bromas, e incluso a puyas típicas que tenemos entre nosotros".
"Rescatamos todas y cada una de las historias graciosas en común. TODAS. No nos dejamos ni una".
Como vemos, los cuatro hermanos estaban intentando animar a su prima con esos pequeños detalles inolvidables, ese hilo invisible que te une para siempre a otras personas. Y, viendo la respuesta de su prima, parece que funcionó:
Empezaron a comparar esta situación con la de un tanatorio real, cuando se murió su abuela y les dio un ataque de risa por ver que "iba a tope de maquillaje, cuando no la habíamos visto con pintalabios en la vida". De nuevo, el humor al rescate.
Ana (que está siendo muy generosa para que yo pueda dar vida a este artículo) me pasa un audio que les envió su prima Maite. Su voz cansada enumera toda la burocracia que está teniendo que hacer, y esta nota de voz finaliza con su voz rota diciendo:
"Y yo atendiendo a llamadas de teléfono, con la funeraria, con Santa Lucía, con la gente que me está llamando. Pero sobre todo quiero atender a este grupo.
Chicos, os quiero....de verdad....un beso".
Parece que el grupo de WhatsApp estaba funcionando, pero había que dar un paso más, así que decidieron hacer una videollamada antes de cenar. Cada uno estaba en su casa, cocinando algo especial para festejarlo en honor a su tío:
"Al final, es la manera de estar juntos que te hace sentir bien", me cuenta mi amiga. Y es que en la videollamada grupal con su prima se saltaron todas las preguntas típicas, y "hacer que una situación que no es normal, lo sea".
"Hicimos una especie de 'velatorio online' y no hubo ni una lágrima".
Maite les explicó todas las gestiones que tenía que llevar a cabo con el crematorio. "Nos contó que iban a guardar las cenizas hasta que llegue el momento de poder ir a despedirlas todos juntos, cuando podamos finalmente vernos sin prisas".
Ana dice que tuvieron la sensación de "todo lo bueno de un velatorio (vernos, compartir el momento, recordar historias, hablar de nada y de la vida...)" pero al mismo tiempo "se ahorraron todo lo malo del tanatorio: el lugar físico, la espera de saber que te vas a encontrar a gente triste, ver a la persona que ha fallecido -que no todo el mundo vive eso con la misma tranquilidad-, la presencia física del dolor de la pérdida, los abrazos que te tiran para abajo cuando habías remontado etc."
Está claro que no hay una manera "fácil" o indolora de despedir a un ser querido. Muchas veces nos quejamos, y con razón, de cómo las aplicaciones de mensajería han cambiado la manera en la que nos comunicamos con los demás. Me reconforta que en situaciones tan complicadas como esta puede llegar a ser un refugio en el que encontrar paz con tus seres queridos aunque estén a kilómetros de distancia".
El último mensaje que me envía mi amiga lo resume a la perfección:
"Con mi padre limpiando compulsivamente la cámara porque estaba borrosa, la otra hablando por teléfono y en primer plano -porque en hangouts ves a quien habla-, la otra poniéndose fina de jamón, yo haciendo ruido en la cocina... parecíamos el cliché de la videollamada mal organizada y ruidosa y confusa. Y a la vez, yo que sé... es lo mejor que he hecho en mucho tiempo".
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