Corría el verano de 1992. El mismo de la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Yo era un niño y nunca había comprado una revista. Entonces, me paré junto a mi padre en un kiosco y vi una de baloncesto. En portada estaba Arvydas Sabonis, el mejor jugador europeo de baloncesto al que he visto sobre una cancha de basket, quien estaba a punto de firmar por el Real Madrid proveniente del Fórum Filatélico de Valladolid. “¿Me la compras, papá?”, le pregunté. “¿Cuánto cuesta?”, dijo él. “Pone 225 pesetas”, le dije, expectante. “Cógela”, me dijo.
Me leí todas y cada una de las páginas de esa revista infinidad de ocasiones. Y, desde ese día hasta que acabé COU (2º de Bachiller, para los de la LOGSE), todos los martes a las 7:35 de la mañana compré un nuevo ejemplar de esa revista en el mismo kiosco. El baloncesto se convirtió en mi ocio, en mi mayor fuente de alegrías y en mi pasión. Jugaba en un equipo, veía partidos, tenía la habitación llena de fotos de jugadores. Trataba de consumirlo por todos los lugares en los que era posible: partidos en televisión, revistas, periódicos, partidos en directo… Soñaba con tener unas Jordan (tardé 20 años en cumplir ese sueño). Me convertí en un fan. No en un espectador, no. Era, repito, un fan. Porque vivía aquello con pasión, formaba parte de una comunidad y consumía toda su narración (o toda la que podía). Seguro que si preguntarais a mis compañeros de clase de esa época dirían que era un loco del basket. Era un todo que formaba mi personalidad. Era un “fan Transmedia”.
Fans… de las redes sociales
“Decían que tenía que estar mintiendo, que éste era el típico ejemplo de académicos que se hacían pasar por gente ordinaria´. Pero no fingía nada, yo había sido un fan toda mi vida. Podrían acusarme de darme aires haciéndome el académico, pero difícilmente podían acusarme de disfrazarme de fan”.</em> <strong>(Henry Jenkins.
Fans, blogueros y videojuegos: la cultura de la colaboración´)
Un fan no es alguien que ve un programa o una serie. Eso, ya lo escribía unas líneas más arriba, se llama espectador. Un fan realiza alguna actividad relacionada con lo que ve, comparte sentimientos, se hace miembro de una comunidad con intereses similares. Al consumir, produce. Al leer, escribe. Al sentir, dibuja. Al emocionarse, lo comparte en un foro. Y llega un momento en el que todo va junto y es inseparable. No hay fans buenos y fans malos, al igual que los fans no son frikis ni tarados mentales que ven una y otra vez la misma serie, película o lo que sea. De hecho, los fans tienen una capacidad crítica impensable para los que no lo son, tanto teórica como práctica. Es innegable que las redes sociales han supuesto un gran impulso para las comunidades de fans de la actualidad. Pueden ver lo que opina gente a miles de kilómetros con solo hacer un clic y expresarse libremente en un entorno afín.
“Nuestros” fans: el caso de Play Television
En Play Television he tenido la suerte de poder trabajar de cerca con dos de las comunidades de fans más grandes relacionadas con series españolas: “Águila Roja” y “El Barco”. Pero no sólo hemos trabajado con ellas: puedo decir que las hemos escuchado y ayudado a crecer. No hay que perder el tiempo en intentar crear comunidades de fans. Se crean solas. En lo que hay que emplearlo es en canalizarlas en iniciativas interesantes. Y eso es lo que hemos intentado hacer.
La comunidad de “Águila Roja”
Este sábado pensé: “¿Voy a hablar de los fans sin contar con ellos? Eso no puede ser”. Y pedí su opinión en mi Facebook personal. Aquí están las respuestas (con su permiso previo para publicarlas):
También las responsables de uno de los foros de Águila Roja más activos de España abrieron un hilo para comentarlo. Y en mi Twitter personal, algunos fans me contestaron también:
Éste último es Freerider, el nick bajo el que se esconde el jugador más mediático del juego online de Mi Águila Roja. Es profesor, de Salamanca… y un crack como persona. Espero poder volver a Campus Party el año que viene para saludarle… aunque también me gustaría que dejara ganar algún año a los demás participantes.
La comunidad de "El Barco"
La cultura participativa no es en ni marginal ni clandestina como lo pudo ser hace unos años. Prueba de ello son las iniciativas ligadas a la televisión social. La televisión social fomenta la interactividad entre espectadores y lo hace, sobre todo, sirviéndose de las redes sociales.
Los Twittersodios de El Barco así lo demuestran. Los Twittersodios son episodios vía Twitter que complementan las tramas de la serie y aportan contenido de valor añadido y exclusivo imposible de encontrar en ningún otro lugar. Los seguidores de los Twittersodios (más de 250.000 en total ya) se adelantan a las tramas que van a ver en televisión desde una hora antes y pueden conversar con los protagonistas de la serie (más de 20 perfiles creados ya) durante toda la semana.
Hace un par de semanas organizamos un evento en los platós de El Barco para los jugadores del juego online. El vídeo del evento muestra la ilusión de una niña que ha hecho su sueño realidad. Tanto los fans de los Twittersodios como los del juego online nos mostraron también su agradecimiento a través del foro. El feedback que nos dan las redes sociales no debe ser aprovechado solamente para lanzar mensajes, también debemos saber escuchar:
También las fans de El Barco me contestaron:
Esa noche no sólo ellas durmieron felices. Nosotros sabíamos que habíamos hecho feliz a 35 personas y, para qué negarlo, estuvimos varios días leyendo los comentarios en Facebook, Twitter y el foro.
Benditos tarados
Viendo todo esto, ¿cómo no vamos a escuchar a los fans? Sería de tontos no hacerlo. Si os fijáis bien, no todas las opiniones son positivas. Lo importante seguir en la línea en la que ellos mismos nos marcan (dentro de unos límites) e intentar cambiar en lo que no están a gusto. Pero siempre escuchándoles. Porque si ellos no existieran, yo no estaría escribiendo este artículo ahora mismo, por ejemplo. Y seguro que tendría un trabajo mucho más aburrido.
Por eso quiero acabar acordándome de ese enano que se quedaba hasta las tres de la mañana despierto para ver comentar a Ramón Trecet los primeros partidos de NBA que se veían en España. Me sigue gustando mucho el basket, sí, pero ahora me miro en el espejo y pienso: “¿por qué ya no lo vives como antes, tío? ¿Qué ha pasado?”. Y la respuesta es que no he cultivado la comunidad. Porque las hay, vaya si las hay.
Por eso no quisimos que eso ocurriera con los fans de Águila Roja y El Barco. Y por eso a mí y a mis compañeros nos gusta escuchar a los fans. Nos sentimos cómodos. De hecho, en muchas ocasiones, personalmente me parecen geniales. Al fin y al cabo, somos fans trabajando para fans. Doy las gracias a todos los fans de Águila Roja y El Barco que me han ayudado a escribir el artículo de esta semana (aunque no hayáis salido, no había hueco para todos). Yo sólo he tenido que ordenarlo. ¿Sabéis lo que os digo? Que si sois (o somos) unos tarados… ¡benditos tarados!
En Genbeta Social Media del mismo autor: Delicious: “la bella desconocida”