Decía el poeta Lucien Ducasse que el plagio es necesario, ya que en él está implícito el progreso. Los ingenios de unos cimientan la agudeza de otros. ¿Y qué es plagio sino aprendizaje?
Puedo llegar a comprender el alboroto, las bromas y no tanto la indignación de algunos con la telenovela que protagonizan Facebook y Snapchat. Es normal que Facebook, que es una empresa cuyo objetivo, como todas las demás, es generar beneficios, quiera ofrecer un producto más atractivo aprovechándose de las buenas ideas de su máximo competidor.
Los números, en tendencia ascendente para Facebook y descendente para Snap, confirman el acierto de Mark Zuckerberg: 200 millones de usuarios cuentan su vida a través de las "Stories" de Instagram frente a los 166 millones que lo hacen en Snapchat.
Ya he dicho que no llego a entender la indignación, ya que considero que si la copia mejora un producto contribuye al sano desarrollo de una competencia que beneficia al consumidor e, incluso, a la sociedad. Lo que no entiendo tan bien son los aplausos a lo inmediato, a los números que parecen atestiguar que Facebook no sólo ya ganó la guerra, sino que masacró a sus rivales y sembró sus campos con sal como mandó hacer Escipión tras acabar con la resistencia en Cartago.
La nueva interfaz de Messenger es todo menos útil, liviana e intuitiva.
Que Snap se haya convertido en el laboratorio de investigación y desarrollo de Facebook debería ser preocupante, pese a que los números indiquen que a Zuckerberg le va mejor que nunca y que los accionistas que depositaron su confianza en la competencia estén poco menos que consternados ante unos números decepcionantes.
La nueva interfaz de Messenger es todo menos útil, liviana e intuitiva. La integración de las "Stories" en WhatsApp se antoja poco menos que absurda, como si Facebook no supiese mejor que nosotros cómo se usa la aplicación. Facebook lleva meses sin lanzar una novedad sustancial en el funcionamiento de sus aplicaciones y servicios. Y es cierto que en sus laboratorios se desarrolla la tecnología que puede cambiar el mundo, pero en sus productos no se deja ver ni rastro de ese desbordante y rompedor ingenio que se atesora en sus oficinas.
La realidad es que Facebook gana por fuerza bruta. Por los casi 2.000 millones de usuarios que usan su red social matriz, y porque sabe administrar su poder y dónde, cómo y cuándo usarlo para atacar.
Lo último que les quedaba por copiar de Snapchat son los filtros para "selfies". Y este martes los han presentado. No me ha sorprendido, desde luego. Sí lo ha hecho el limitado número de ellos, su poca originalidad y los problemas de funcionamiento de los que informan muchos usuarios. Más que plagio se queda en sucedáneo.
¿Tenemos que aceptar que todo lo que hace Facebook está bien porque sus números son inmejorables? ¿Tienen que conformarse sus usuarios con esto porque es la aplicación que usan sus amigos?
Me lo pregunto porque aquellos que sembraron con sal las tierras enemigas vieron siglos más tarde su imperio devorado por los bárbaros.
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