Mozilla está sudando sangre tratando que todos los usuarios de Firefox 3.6 se actualicen a una de las versiones posteriores. Sinceramente me imagino la escena a un señor con traje de chaqueta negro y camisa blanca, y bigote, yendo a la casa de cada usuario para decirle algo como «pero actualícese, hombre de Dios, que es gratis y lo verá todo más bonito, mire, mire cómo tengo las pestañas arriba del todo y cómo soy capaz de leerle HTML5 como nadie, mire».
Y los usuarios, erre que erre, le cierran la puerta en las narices por molesto. Porque igual de molesto es el señor que va a su casa a pedir una actualización sin solicitársela que el diálogo que muestra una versión antigua de Firefox cuando tratamos de utilizarla. Nos hace perder tiempo, nos irrita y sólo queremos que nuestro puntero del ratón llegue a la esquina de la ventana para poder pulsar la X. Pero Mozilla no tiene alternativa. Y seguir actualizando Firefox 3.6 no es el mejor camino.
Es el único mecanismo que incluyeron en una versión incapaz de actualizarse silenciosamente (por cómo están implementados los sistemas operativos modernos y sobre todo por cómo está instalada la aplicación en ellos). En aquella época, la verdad, no era prioritario. Quizá plantearlo de una manera menos intrusiva sería interesante, pero ya les es imposible, dado que requeriría de una nueva actualización (¡y además no incitaría tanto a la actualización a los que, agotados, acaban gritando al señor trajeado «que sí, que actualizo, pero déjeme en paz, que yo únicamente quería revisar mi correo»!).
El caso es que la actualización es la tónica general, a tenor de las cifras de StatCounter, pero igual que hay gente que sigue anclada en Internet Explorer 6 ó 7 por pereza, hay gente que por desconocimiento, por imposibilidad en el caso de ciertas redes corporativas o por mera vagancia ha decidido seguir utilizando Firefox 3.6, aludiendo en ciertos casos a su estabilidad o a que los complementos que utiliza no funcionan en otras versiones. Y a veces ese casi 6% de cuota de mercado tiene razón.
Pero Mozilla está haciendo todo lo posible (porque no puede hacer más, realmente) para actualizar a este significativo porcentaje de usuarios que permanece utilizando un software con una rama inaugurada hace casi dos años que, justo como Windows XP, es estable cual bloque de granito pero tiene agujeros de seguridad que no han podido ser corregidos sino en versiones posteriores, las cuales rechazan activamente cuando cierran el diálogo.
Si Chrome permite mantener a casi todos sus usuarios en la última versión, a pesar de tener un ciclo de actualizaciones tan rápido, de una manera muy simple: no avisa de cuando se actualiza ni pide autorización para ello, ni mucho menos solicita intervención del usuario como un reinicio, molesto casi siempre. Firefox ha replicado la primera parte, la del ciclo de actualizaciones. Le falta afinar el tiro, por ejemplo, no desactivando automáticamente los complementos que ha instalado el usuario.
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