Spotify, ese pequeño gran gigante de la música, anunció a última hora de ayer que ha alcanzado la cifra de 1 millón de suscriptores de pago. Esta cifra, que parecía imposible hace tan sólo unos meses y que muchos analistas utilizaban como argumento para asegurar el no éxito de la startup sueca, ha sido pulverizada en tan sólo dos años y sin contar con presencia en zonas estratégicas como EEUU o Asia.
Y es que desde los primeros meses de vida de Spotify hemos visto como muchas personas e instituciones, principalmente las discográficas y los artistas, se quejaban de que el streaming no solucionaba los ¿problemas? que supone la mal llamada piratería.
De la noche a la mañana muchas discográficas han visto como los ingresos procedentes de las ventas de formatos físicos han casi desaparecido, y éstas mismas empresas se pensaban que iniciativas como Spotify y tecnologías como el streaming volverían a llenar de dinero sus bolsillos. Nada más lejos de la realidad.
Los dinosaurios de la industria musical
Creo que ya lo he escrito en varias ocasiones en Genbeta, pero las discográficas (y en parte la industria de la música) se ha comportado como un dinosaurio en esta última década de revolución tecnológica. Como aquel dinosaurio que aún sabiendo que su extinción puede estar cerca, decide mantenerse como estaba, sin aceptar los cambios que ocurren en su entorno y utilizando las mismas estrategias que funcionaban en unos tiempos tan distintos.
Tal fue la miopía de la industria que tuvieron que agarrarse a un clavo ardiendo, el de la piratería, para intentar justificar sus penas y buscar la colaboración de gobiernos e instituciones a nivel mundial para que fuesen éstos los que pudiesen garantizar su permanente alto nivel de ingresos. No cabe duda de que dichas instituciones participaron en dicho proceso, hasta el punto de poner a los internautas en el punto de mira de una gran parte de la sociedad. Sociedad que, de todas formas, es hoy más curiosa que nunca y tiene a su disposición más herramientas de investigación y opinión que en ninguna otra época.
Volviendo la vista atrás, muchas discográficas y artistas (mayoritarios) pensaban que el streaming y Spotify salvarían a la industria de la quiebra. Industria musical (no discográficas) que, según diversos estudios, funciona hoy mejor que nunca. Pero, con este pensamiento, fallaban al no darse cuenta de un aspecto: hoy en día, en la industria de la música, no habrá un único formato que salve a las empresas dinosaurio de la revolución tecnológica.
En 2009, cuando Spotify ya tenía unos meses de vida, las discográficas comenzaron a darse cuenta de que Spotify no estaba produciendo los ingresos necesarios para mantenerse a flote. Argumentaban que el nivel de suscriptores de pago era tan bajo (350.000 usuarios por aquél entonces) que de ninguna manera los artistas iban a poder ganar dinero con la reproducción de sus canciones y mucho menos, decían, vivir de ellas.
Teorías en contra del streaming desmontadas
Pero poco a poco todas estas teorías sobre la ineficacia de la “reproducción gratuita” de contenidos fueron desapareciendo del libro de argumentos de artistas mayoritarios y discográficas. Este cambio coincidió con la aparición de múltiples y diversos estudios, de todas partes del mundo, que apoyaban la teoría de que la música (cuasi)gratuita no tiene por qué suponer un problema para los artistas; que al fin y al cabo, son los que se encargan de crear lo que llega a nuestros oídos.
Estudios que provienen de muy diversas fuentes e industrias, lo que ofrece una mejor visión del estado del mercado hoy en día: publicaciones suecas afirmaban hace unos meses que para discográficas como Sony y UMG Spotify fue la principal fuente de ingresos en los primeros ocho meses del 2010 en el país escandinavo, informes procedentes de la propia Google/YouTube afirmando que las reproducciones gratuitas pueden acabar generando más ingresos que las de pago y otros muchos que, por ejemplo, se fijan en el valor añadido por usuario que crean servicios de streaming como Spotify.
Estos informes no se encargan de analizar una única parte del mercado de la música, si no que lo hacen teniendo en cuenta todos los elementos que la integran hoy en día: streaming, descargas gratuitas, promoción offline y online, merchandising, conciertos, etc etc. Y es que hoy, más que nunca, es necesaria una perfecta coordinación entre todos estos elementos para conseguir un resultado satisfactorio. Es por eso que no debe verse Spotify como únicamente un mecanismo de lucro a través del cual un artista podrá sobrevivir con pequeños pagos por derechos de autor. Debe ser una herramienta más que forme todo un conglomerado que ayude a la promoción del artista y a vender los conciertos; ése es, al fin y al cabo, el terreno natural del músico.
Ahora, artistas y discográficas, ya tienen un millón de razones más para apoyar este modelo.
Vía | Spotify blog
Imagen | Philippe Put