Los Mac con el chip M1 de la arquitectura Apple silicon llevan ya el suficiente tiempo en el mercado como para que se puedan sacar conclusiones sobre lo que representan. Desde el punto de vista del hardware y de la autonomía, con los análisis de nuestros compañeros de Xataka y Applesfera, entendimos que estábamos ante la primera pata de una revolución.
Pero, ¿cómo está siendo la transición desde el punto de vista del software? Y no en el sentido de si más o menos desarrolladores están trabajando en portar sus aplicaciones Intel a Apple silicon (que va muy bien), sino a la estabilidad del sistema, de la falta de bugs, etc. Todo ello, en el contexto de otra pequeña transición, la que va desde macOS 10.15 Catalina a macOS 11 Big Sur.
Tras un M1 sobresaliente se esconden los problemas recientes de macOS
El M1 es una bestia en rendimiento por vatio, con una eficiencia muy superior a todo lo anterior. En el día a día, con un MacBook Air se nota mucho. La experiencia con el sistema en lo que a hardware respecta es casi perfecta y la velocidad que indican los benchmarks se siente en el día a día. Hasta ahí todo está bien, y el salto respecto a los equipos de Intel se siente. Pero.
El pero es que en los equipos de Intel podían ser mejorables, podían ser más potentes, etc, pero su problema, salvo en casos como el del Mac Pro 2013, nunca fue de potencia, sino del devenir de macOS en cuanto a calidad. No es un tema para nada reciente, ni en escritorio ni con iOS en móvil, y por estos primeros meses de vida de Big Sur en el M1, poco parece haber cambiado.
Tras un verano con Windows 10, trabajar con macOS ahora en un equipo nuevo es algo que se agradece, particularmente para aquellos que como servidor se encuentren más cómodos en el sistema operativo de Apple. Pero es difícil no sentir que el estado de su software es bastante mejorable no ya comparándolo con el de Microsoft, que también tiene lo suyo, sino con la experiencia que Apple promociona, que dado su propia idiosincrasia más integrada y controlada, debería ser un objetivo a alcanzar.
El nuevo macOS 11.0 Big Sur ha demostrado que Apple puede hacer "grandes" transiciones de estilo gráfico mucho más rápido que Microsoft y con más eficacia, pero también que sólo es un sistema más, enmarcado en la vorágine de las actualizaciones, en la que Apple no tiene ahora mismo templanza para publicar un sistema operativo cada dos años en vez uno. Es un problema porque de sistemas operativos que iban tan bien como Mojave se pasa en días a otros que van mal y tardan mucho en estabilizarse, como Catalina.
Una transición que sigue sin llegar para el refinamiento del sistema
Desde su lanzamiento, macOS Big Sur tuvo un "grave" bug que ponía uno de los núcleos de la CPU al 100%. Fue en un MacBook Air M1 el equipo con el que, más allá de la beta, servidor se inició en el nuevo sistema operativo. Y, en dicho equipo, el proceso 'helpd' estuvo meses causando estragos en equipos con idioma español.
En el caso de los Mac M1, como el núcleo saturado era uno de los de alta eficiencia, el consumo del proceso solamente suponía unos 0,350 vatios extra. Sin embargo, en el caso de los equipos con Intel, sobre todo en portátiles, la baja eficiencia energética hacía que el consumo se notara lo suficiente como para tener un efecto importante en batería.
Solucionarlo costó dos versiones grandes de Big Sur, pues el bug no fue parcheado hasta la versión 11.2, lanzada el 1 de febrero . Casi tres meses para un bug que se dejaba ver con suma facilidad en Monitor de Actividad, en un año en el que se lanzan los equipos más importantes de la marca en años y años.
Y solo es un ejemplo de muchos. Otro es uno que descubrimos hace poco, pero que también está presente en los equipos Intel. Resulta que sin una causa conocida, la configuración de red se puede corromper en macOS, hasta el punto de que al lado del router se pueden llegar a obtener 9 Mbps en la red WiFi de 5 GHz, cuando deberían llegar 300 Mbps (y cuando cualquier otro dispositivo probado obtenía la máxima velocidad. Arreglarlo es sencillo, pero no es que sea como activar y desactivar el WiFi, con lo que muchos usuarios tendrán conexiones pobres por desconocimiento.
En aspectos relacionados con el software controlando al hardware, también es posible encontrar bugs en el día a día. La gestión que hace macOS Big Sur en un MacBook Air M1 de una pantalla 4K de LG es muy buena, hasta que regresas del reposo y el contenido de media pantalla sale cortado y tienes que ir a preferencias del sistema para ajustar el escalado. Eso, o que en un Mac mini M1, la pantalla no vuelva del reposo al pulsar ratón y teclado oficiales de Apple.
A medio y largo plazo, probablemente lo más preocupante ahora mismo el problema del swapping que explicaron los compañeros de Applesfera, que en pocas palabras lo que significa es que los equipos escriben en el SSD mucho más de lo que deberían, acortando la vida útil de estos.
Es un problema de hardware, pero causado por el software que lo controla. Sin que Apple se haya pronunciado aún al respecto, algunos indicios apuntan a que tiene que ver usar apps que usan Rosetta, la capa de traducción de Apple para poder ejecutar aplicaciones x86 en Apple silicon.
En cuanto a lo que no son bugs sino mero funcionamiento, la experiencia con un MacBook Air de 8 GB trabajando con Safari y muchas pestañas es peor que haciendo lo mismo con Edge. El navegador de Apple consume menos RAM pero rasca más al cambiar entre pestaña y pestaña, y el de Microsoft lo hace de manera más fluida, algo que se observa directamente en el espacio de intercambio usado. Cada cierre de pestaña, previa apertura, hace subir la presión de la memoria, pasando de verde a amarilla.
Probablemente se idealiza la calidad de software que Apple ha logrado en su pasado, y se cae en el cualquier tiempo pasado fue mejor, pero eso no es excusa para no pedir más a una de las mayores compañías del mundo y del ámbito tecnológico.
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