Llevo dos días probando macOS Big Sur versión 11.0 beta, y lo que veo a nivel estético no me enamora, por el momento. Soy muy fan de la estética clásica de Mac OS X, de Aqua y del metal cepillado del que han sido herederos todos los sistemas hasta 2019, con macOS Catalina.
Con Big Sur todo eso cambia. El gris de las ventanas se convierte en un blanco que, para mí, es demasiado blanco. Las similitudes con lo que hemos visto en iOS desde iOS 7 son mucho más grandes que antes, dando más sensación de ecosistema unificado. Probablemente es cuestión de acostumbrarse, pero de momento no me gusta tanto protagonismo de lo claro, y he tenido que pasar al negro/gris que aporta el modo oscuro. Varios de los nuevos iconos, por ejemplo, me parecen feos.
Pero todo esto es algo tan subjetivo como el gusto de cada uno. A nivel de rediseño del sistema, y pese a que objetivamente hay que pulir detalles como los iconos, el sistema, para tratarse de una beta 1 transmite algo que Microsoft no ha logrado en 5 años de Windows 10 (y otros tantos de Windows 8): consistencia.
macOS y Windows: dos modelos opuestos en implementación de novedades
La consistencia en macOS Big Sur no es perfecta, pues como digo, hay cosas que pulir, pero está muy lejos de los problemas que arrastra el sistema de Microsoft desde su nacimiento en 2015. Microsoft ha ido mejorando en este sentido, e incluso presentó y está implementando Fluent, un lenguaje de diseño que personalmente me gusta más que cualquiera que haya implementado Apple recientemente.
Super annoyed by all of the different window heights of macOS BS. The new design, contrary to Apple's HIG, doesn't really consider visual consistency unfortunately.
— Sungbin Jo (조성빈) (@kb091412) June 24, 2020
FB7767338, if anyone in Apple cares. pic.twitter.com/12uOiOcrkY
El problema es que la presencia de Fluent todavía escasea, mientras que las novedades en líneas de diseño de macOS Big Sur ya están disponibles en todos los rincones del sistema con los que me he topado en estos dos días. Dada la política de Microsoft de mantener todo lo antiguo, es normal encontrar cosas muy viejas en el sistema. Y se ve claramente en los menús desplegables:
El mayor problema de la consistencia de Windows 10 en diseño no es ese, sino que todo se lanza de forma muy escalonada, frente al modelo de implementación de novedades de diseño de Apple, que es lanzar de una sola vez, o al menos intentarlo. No es que en Microsoft tengan un pack de iconos que cubra todo el sistema y decidan implementarlo, no: tienen una muy buena base, y la lanzan poco a poco mientras van terminando los iconos restantes.
Esto resulta en que queda feo mezclar nuevos y antiguos, sobre todo cuando son aplicaciones del sistema, no de terceros, que sí tiene sentido que implementen más tarde, si llegan a hacerlo. Porque, además, Microsoft no solamente lanza de forma escalonada y lenta, sino que antes de completar un lanzamiento, ya está haciendo otro que también llegan de forma escalonada. Al final, los usuarios nos juntamos con varios estilos que restan mucha calidad a las grandes ideas que el equipo de diseño tiene desde hace años, lo que lleva a un gran problema: que pese a genialidades con mucha identidad como Metro/Modern UI, ahora se carezca de ella.
Así, prácticamente nunca llegamos a ver el diseño de Microsoft en su máximo esplendor. Para dar con algún ejemplo donde la consistencia sí haya reinado más a nivel de sistema, tendríamos que ir Windows Phone / 10 Mobile, donde Microsoft iba haciendo cambios, pero con unas guías de diseño que ellos mismos aplicaron desde el día uno. Probablemente, por romper totalmente con lo anterior, Windows Mobile 6.5, algo que no han hecho (ni lo han necesitado) con ningún otro producto.
Dos plataformas que comparten cierta decadencia, pero a tiempo de remontar
Ninguna de las dos compañías ha destacado recientemente por tener sus sistemas de escritorio en lo más alto de sus prioridades. Lo decía Mark Gurman en 2016, con grandes fuentes dentro de Apple, y lo hemos conocido oficialmente con Microsoft, que en 2018 dejó de tener división de Windows por primera vez desde 2018. Recientemente, eso sí, su nombre ha vuelto a tener protagonismo en una división.
Menos dotación de recursos destinados al desarrollo y a la corrección de bugs explicaría el mal funcionamiento que han tenido versiones del sistema como macOS Catalina o Windows 10 October 2018 Update, pero la filosofía se mantiene: a nivel de diseño, Microsoft lanza como un trabajo que continuará en los próximos años, mientras que Apple, con más o menos acierto, trabaja en ello durante largos períodos (a veces muy largos, demasiado), y lanza cuando lo tiene listo. Esto no quiere decir que luego no pulan y vayan mejorando, pues en 2015, tras solamente dos años del estilo de iOS 7, Apple ya estaba modificando el estilo de sus aplicaciones, eligiendo letras grandes en negrita.
Que vuelvan a estar a su máximo nivel solamente depende de que Apple y Microsoft quieran, porque Windows 10 es un sistema que utilizan más de 1.000 millones de personas, y Apple vende más Macs ahora que antes del iPhone y del iPad. El escritorio sigue siendo relevante, y los usuarios merecemos planes a medio plazo que hagan que estar en ellos sea una gran experiencia en diseño y funcionamiento, como han sido muchos años de su historia.
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