En una de las últimas noticias que publicamos sobre GNU/Linux, en los comentarios surgió un debate que lleva rondando mucho tiempo la red. Se trata del de hasta qué punto hay demasiadas distribuciones y de qué manera esto puede beneficiar o lastrar la adopción de esta familia de sistemas operativos en el escritorio.
Es bueno que haya donde elegir, y la magia de GNU/Linux en parte está en que partiendo de un mismo núcleo tenemos cientos de distribuciones que se pueden adaptar a distintos tipos de usuario. Pero a partir de cierto punto la fragmentación se empieza a volver en contra, ya que hace más caótico dar los primeros pasos en este mundo, y mucho más difícil que los desarrolladores de hardware y videojuegos adapten drivers u títulos que funcionen bien para todos.
Medios de sobra conocidos como Softpedia han publicado en el pasado editoriales defendiendo la fragmentación. Su argumento suele ser que si el propio Android tiene muchos forks y eso no le perjudica, lo mismo debería pasar con GNU/Linux. Sin embargo yo creo que son dos casos totalmente diferentes, ya que Android tiene el apoyo de fabricantes y una inmensa empresa como Google.
La realidad linuxera es por lo tanto la que es, y la del resto de sistemas operativos es diferente. Por lo tanto no hay números ni cifras en los que basarse para debatir sobre el lastre de la fragmentación. Pero al final, creo que es evidente que no se está aplicando del todo la filosofía de unión que vemos en el desarrollo del Kernel Linux y en tantos otros proyectos libres y de código abierto.
Los argumentos a favor de la fragmentación
Pero antes de empezar, vamos a analizar cuales son los argumentos de quienes opinan que la fragmentación no es mala. Como casi todo en este mundo, hay cosas en las que creo que tienen bastante razón, pero hay otras en las que simplemente se está pecando de exceso de optimismo, y esto nunca es bueno.
Para empezar, uno de los principales argumentos es que si a Android no le va mal con tanto fork no hay razón por la que esto sea un problema en GNU/Linux. Pero pasamos por alto un punto clave, que la situación de Android no tiene nada que ver con la de Linux, nada en absoluto, y por lo tanto no podemos comparar una con la otra.
Para empezar, detrás de Android hay una gran empresa que invierte dinero y ha conseguido un sistema operativo basado en el Kernel Linux tan potente que todos los fabricantes de hardware se dan prisa en optimizar sus productos. Algunas distribuciones linuxeras también tienen empresas detrás, pero la mayoría no tienen tanto peso como para que los fabricantes de hardware las mimen, y hasta llegar a ese punto la fragmentación sí importa.
Además, ni siquiera el tema de la fragmentación es comparable. Es verdad que Android tiene algunas ROMs basadas en él con mayor o menor peso, pero ninguna de ellas le hace sombra al proyecto principal. Además, el número de distribuciones GNU/Linux se cuentan por varios miles, por lo que no es para nada la misma situación.
Pensad por ejemplo en Ubuntu, Linux Mint y elementary OS. Las dos últimas están basadas en la primera, y según DistroWatch todas ellas tienen una popularidad comparable. Por lo tanto sería lógico pensar que en vez de ser tres proyectos diferentes unieran fuerzas para ser uno sólo quizá sus popularidades no se sumasen, pero seguro que crecían exponencialmente.
Otro de los argumentos que se suelen utilizar para defender la fragmentación es el decir que si Windows fuera un proyecto abierto seguro que también la tendría. Eso es una verdad innegable, pero mientras Microsoft siguiese unificando esfuerzos alrededor de una única versión de su Windows seguro que su uso no se resentiría demasiado.
Evidentemente, parecerse un poco más a Microsoft o Android podría interpretarse como un movimiento en contra de la filosofía fundamental de GNU/Linux. Pero tampoco hay necesidad de hacer un movimiento extremo, y se pueden dar pasos en esa dirección sin terminar de abandonar la filosofía de código abierto.
La fragmentación es buena, el exceso de ella no
Linus Torvalds y su equipo son los encargados de desarrollar el Kernel Linux, que uniéndose al proyecto GNU de Richard Stallman crea el sistema operativo GNU/Linux. Este es adaptado a diferentes gustos y con diferentes componentes mediante distribuciones principales como Debian, Arch Linux, Fedora, openSUSE etcétera, de ellas nacen otras distros potentes como Ubuntu, y de estas nacen otras más como pueden ser elementary OS, Mint, y muchas otras más.
Esta es a grandes rasgos la estructura del ecosistema linuxero simplificada al máximo. El que haya varias distribuciones principales de GNU/Linux crea un ecosistema enriquecedor con diferentes visiones, tipos de paquetes, entornos de escritorio y demás. Es la filosofía abierta gracias a la cual empresas como Canonical pueden coger estos proyectos y adaptarlos a un público masivo.
Por lo tanto, llegados a este punto la fragmentación que vemos en el mundo del software libre y de código abierto es un gran punto a favor, ya que existen varios caminos para llegar a un mismo fin, y los usuarios tienen donde elegir a la hora de decidir dar el salto a GNU/Linux. A quienes les guste la personalización les gustará Arch, mientras que quienes lo quieran todo un poco más fácil podrán elegir Debian o Ubuntu.
Los problemas empiezan a llegar según estas subdistros continúan ramificándose. Por ejemplo, Linux Mint y Elementary Os son dos buenas alternativas a Ubuntu basadas en él con filosofías de diseño totalmente diferentes. ¿Pero no sería más efectivo que formasen parte de Ubuntu para unificar esfuerzos corrigiendo fallos generales? Podrían seguir teniendo sentido como capas de personalización preinstaladas o yendo por libre creando un entorno de escritorio aplicable a las principales distros.
Sólo los sabores oficiales de Ubuntu tienen acceso a su mismo set de aplicaciones, librerías y paquetes a través de los archivos oficiales. Esto quiere decir, que el resto de distribuciones basadas en él tienen que buscarse la vida para optimizar su distribución y conseguir una buena estabilidad, invirtiendo en ellos unas horas de trabajo que se podrían ahorrar si unificasen fuerzas, o incluso que le podrían venir bien a Ubuntu en general.
Ubuntu está desarrollado por una empresa, Canonical. Esto no lo deberíamos interpretar como una rendición de los desarrolladores independientes a las multinacionales, ya que empresas como esta son precisamente las que pueden invertir en ayudar a difundir las distribuciones y la ética más abierta de GNU/Linux. Además, esto es aplicable al resto de distribuciones principales, muchas de las cuales no tienen empresas detrás.
También podemos asumir la importancia creciente de estas dos distros que hemos puesto como ejemplo, e incluso dejarlas fuera de la quema y dejar que sigan su camino, ¿pero qué hay de esas otras subdistros que nacen modificando ligeramente elementary o Mint? Casi no son ni conocidas, por lo que no sería mejor que intentasen ayudar a los proyectos principales?
Y lo más frustrante de todo, en mi opinión, es ver talentos sobresalientes como el de Ikey Doherty dejándose los cuernos para desarrollar desde cero su Solus OS. Se está pasando horas en una distribución cuyo máximo activo es el entorno de escritorio Budgie. ¿No sería mejor que invirtiese su tiempo únicamente en el entorno de escritorio sin necesidad de crear otra distribución?
La unión hace la fuerza
GNU/Linux tiene varios problemas, aunque creo son dos los principales. El primero es el caos de la compatibilidad de drivers, porque cuesta demasiado desarrollarlos asegurándose de que vaya bien en todas las distros, y esto puede hacer que algunas empresas de hardware decidan no invertir tiempo para un sistema operativo con tan poco impacto.
En segundo lugar nos encontramos con que es muy caótico para los nuevos usuarios dar los primeros pasos en este mundo. Cuando buscan información sobre distribuciones se encuentran con tantas alternativas que es inevitable que muchos se sientan abrumados, lo que puede llevar a que decidan que es mejor seguir en Windows o macOS que empezar a probarlas todas.
Al final, lo que le falta a GNU/Linux es eso, una distribución principal que sirva como punta de lanza, un Windows o un Android que sirva como una base única sobre la que desarrollar el resto de alternativas, pero que se mantengan como proyectos principales. Sí, esta sería la solución más fácil, aunque con ella acabaríamos con parte de la filosofía abierta y libre que tan atractivo hace pasarse a esta familia.
Por lo tanto, la segunda mejor solución sería la de unir esfuerzos en varias alternativas principales, pero intentar reducir el número de subdistribuciones para unir fuerzas. Parte de la responsabilidad de esto deberían tenerla los que deciden ir por su cuenta y alimentar su ego buscando el éxito con una nueva distribución, pero otra parte importante la tienen los responsable de las distros principales.
Habría que intentar hacer más fácil el que un desarrollador talentoso vea que puede ayudar a darle a una de las distribuciones principales un aspecto o filosofía única sin tener que crear un sistema operativo por su cuenta o hacer una versión del principal con mínimos cambios.
Por lo tanto, como resumen, la fragmentación puede que no sea el único problema que impide el crecimiento de GNU/Linux, pero sí uno de los más importantes y del que se prefiere optar por no hablar buscando excusas y flojos argumentos a favor. Yo creo que la unión hace la fuerza, pero también puedo estar equivocado. ¿A vosotros qué os parece?
Imágenes | Brian Gratwicke y Christopher Neugebauer, Sodano
En Genbeta | ¿Qué motiva a aquellos que crean nuevas distribuciones Linux?
Ver todos los comentarios en https://www.genbeta.com
VER 40 Comentarios