Hace un tiempo, Karen Sandler fue diagnosticada con una “cardiopatía hipertrófica“, una enfermedad en la que los músculos del corazón engrosan lo suficiente como para aumentar las probabilidades de una muerte súbita. El equipo médico le recomendó implantar un desfibrilador en miniatura que detectara un paro cardíaco y pudiera reactivar el corazón de forma inmediata.
Este tipo de implantes lleva un pequeño software que hace todo este proceso, desde leer los sensores para comprobar contínuamente el estado de funcionamiento del órgano hasta las rutinas de control necesarias para detectar anomalías y reaccionar lo más rápido posible para activar las contramedidas a tiempo y, una vez activadas esperar y controlar el progreso de la situación.
Puede que nunca nos hayamos parado a pensar en la complejidad de este tipo de aparatitos que pueden pasar a formar parte de nuestro cuerpo dejándonos un poquito más biónicos que antes. Hay que tener en cuenta que el manejo de errores, excepciones y control de flujo de los algoritmos debe ser bastante especial y con una seguridad fuera de lo habitual en las aplicaciones más comunes.
Esto mismo debió pensar esta paciente, que curiosamente es la directora ejecutiva de la Fundación Gnome, así que solicitó revisar el código fuente de este cacharro antes de confiarle su vida y jugársela con la calidad del código de lo que hubiese dentro. Los responsables la miraron extrañados y, sin comprender mucho qué quería decir Karen, fueron pasando el marrón de unos a otros hasta que finalmente consiguió el objetivo.
La sorpresa que se llevó fue desagradablemente mayúscula: los dispositivos médicos son aprobados por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) quienes nunca revisan el código como no sea que presientan que pueda haber un problema con los dispositivos. En vez de eso, se fian de los informes que les suministran los fabricantes, informes que por cierto no tienen un modelo de requisitos mínimos a seguir por lo que pueden contener cualquier cosa.
Así que Karen ha decidido publicar esta historia para cambiar esta realidad, ya que está convencida de que esta forma de hacer las cosas cuesta vidas ya que, estadísticamente, se estima que se produce un bug por cada mil líneas de código. De hecho, la FDA ha reconocido que el 98% de las incidencias que ellos mismos reportan a los fabricantes se deben a bugs en el software. Esperemos que la revisión del implante de Karen haya sido satisfactorio y que pueda disfrutar de una vida tranquila, y que esta iniciativa cambie esta realidad por el bien de todos nosotros.
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