Cuando tenemos un dispositivo de almacenamiento, interno o extraíble, lo normal es que esté formateado en un determinado sistema de archivos. Y hay muchos: FAT en sus distintas versiones, NTFS, HFS, HFS+, cada versión de ext... Además, existen muchos sistemas de archivos pensados para usos específicos, como UDF, y que no son útiles en otros entornos.
La cuestión es que, aunque podamos formatear prácticamente cualquier dispositivo en prácticamente cualquier sistema de archivos, cada uno tiene sus ventajas y sus inconvenientes para según qué usos, como vimos cuando explicamos el funcionamiento de algunos de ellos. ¿Cuál debemos elegir para formatear nuestro dispositivo? Vamos a verlo.
Lo primero: ¿qué demonios es eso del journaling?
En ocasiones, cuando hemos hablado de sistemas de ficheros, hemos hablado de algo llamado journaling. Y de hecho lo habéis llegado a preguntar en Genbeta Respuestas. ¿Qué es exactamente? Una técnica que utilizan muchos sistemas operativos modernos y que facilita la recuperación cuando existe un fallo durante una escritura.
Estos sistemas de archivos cuentan con un registro, una especie de diario, en el que se registra cada escritura en ese volumen. Simplificando el proceso: cuando vamos a, por ejemplo, copiar un fichero a un volumen NTFS, se registra una entrada en este diario sobre la modificación que va a realizarse, y cómo deshacerla. Luego se realiza la escritura de la información, y cuando ésta termina, se elimina esa entrada del diario.
Si el disco que contiene ese volumen se desconecta antes de finalizar la escritura, será el diario el que contenga la información de qué operaciones no se han realizado correctamente, y de ese modo el sistema operativo podrá volver atrás para recuperar un sistema de archivos coherente.
Este proceso, como podéis imaginar, es más rápido que realizar una comprobación de todo el sistema de ficheros (lo que los usuarios de Windows suelen conocer como scandisk). A cambio es un pelín más lento en cada operación, dado que al fin y al cabo tienen que mantener ese diario.
Para una unidad USB o tarjeta de memoria
En un dispositivo pequeño y que vamos a mover constantemente no nos conviene tener un sistema de archivos demasiado complejo (dado que al fin y al cabo el propio sistema de ficheros también necesita espacio para su funcionamiento). El journaling es casi irrelevante: hablamos de tarjetas de memoria para una cámara o de un pen drive para transferir archivos de un lado a otro.
Mi recomendación personal es que utilicéis un sistema de archivos del tipo FAT. De ese modo podréis leer y escribir en ese volumen desde Windows, OS X, cualquier distribución de Linux y otros sistemas de tipo BSD. Aunque hay varios sistemas de ficheros de tipo FAT.
Si la unidad es de menos de 4GB recomiendo FAT32. Si la unidad tiene una capacidad mayor de 4GB, elegid exFAT, sobre todo porque permite guardar archivos de más de 4GB (que es la principal limitación de FAT32). No obstante hay que tener en cuenta la compatibilidad de exFAT con dispositivos multimedia externos (aunque lo habitual es que sea así). El sistema de archivos, en el caso de los dispositivos multimedia, sí importa.
Para un disco duro externo
En este caso tenemos que tener un balance entre ciertas características. Por una parte, tenemos que ver qué compatibilidad buscamos con los distintos sistemas operativos que utilicemos. Por otra parte, nos conviene indiscutiblemente que el sistema de archivos tenga journaling para proteger ese sistema de archivos de incoherencias. Descartamos siempre los sistemas de archivos tipo FAT.
En tanto que utilizo Windows y Linux, en mi caso utilizo NTFS. De ese modo tengo compatibilidad con ambos sistemas operativos y sigo disponiendo de las características importantes. Pero si eres usuario de OS X (y no utilizas otros sistemas operativos) probablemente te convenga utilizar HFS+. Igual que si eres usuario de Linux (y solo de Linux) podrías plantearte formatear el disco en ext3 o ext4.
El sistema operativo es importante porque, por ejemplo, Windows no tiene soporte para nada que no sea FAT o NTFS (aunque existan métodos para leer particiones en otros sistemas, como HFS+), igual que OS X por defecto no tiene soporte para nada que no sea FAT o HFS (dejando aparte UFS), además de NTFS en modo de solo lectura (sin instalar un puñado de cosas aparte). Con las distribuciones de Linux no hay problema.
Y por cierto, algo muy importante. Cuando desconectéis el disco duro, aseguraos de haberlo desmontado o extraído con seguridad (asegurándonos de ese modo que no se está modificando el sistema de archivos en ese momento), particularmente en el caso de NTFS. No se me olvidará haber perdido en dos ocasiones todo un terabyte de datos por desconectar el disco mientras se escribían datos.
Para instalar el sistema operativo
En muchos casos no podemos elegir en qué sistema de archivos debe estar formateado el volumen en el que instalar el sistema operativo. Windows requiere la instalación en un volumen NTFS, OS X requiere la instalación en un volumen HFS+, HFSX o JHFS+. En el caso de las distribuciones de Linux no hay mucho problema: hay bastante más libertad a la hora de instalarlo.
Lo importante es, básicamente, que tenga journaling. De ese modo el sistema será más resiliente y soportará mejor los fallos que puedan producirse en el sistema operativo. Mi recomendación: NTFS para Windows (obligatorio), HFS+ para OS X (casi obligatorio) y ext3/ext4 para instalar distribuciones de Linux.
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