“La realidad por el momento, y probablemente por un tiempo demasiado largo, es que Internet no forma todavía parte de la actividad económica del cine. No dudamos que va a formar parte esencial en el futuro, pero ese futuro todavía no ha llegado.”
Así se expresaba ayer Enrique González Macho, presidente de la Academia de Cine, durante su discurso en la gala anual de entrega de los Premios Goya, dando un titular que ha sido casi más comentado que los propios premiados. Añadía para justificar su argumentación que actualmente la práctica totalidad de los recursos del cine provienen de fuentes ajenas a Internet.
Por ello, para González Macho Internet no es ahora mismo ni siquiera un complemento para la industria cinematográfica. Sus palabras demuestran una intención positiva, de acercamiento entre el cine e Internet como aliados y no como enemigos; su error es pensar que este acercamiento debe quedar como asignatura pendiente para el futuro, cuando se trata de una realidad que viene barriendo su concepción del negocio desde hace ya muchos años.
Pensar que la vía que ofrece Internet a cualquier negocio basado en la distribución de contenidos hoy por hoy “no es alternativa ni sustituto”, en sus palabras, es demostrar que no conoce el momento en que se encuentra. El cambio de paradigma no le esperará ni a él ni a nadie, y no está en su mano decidir cuándo se producirá; lo único que puede elegir es adaptarse ya o caer mañana.
No dejes para mañana lo que ya te está superando hoy
Mientras los representantes de la Academia de Cine de nuestro país se mantienen aislados y a la espera de una solución mágica que les reconcile con Internet (la que probablemente crean que les llegará de la mano de una ley que de poco va a servir), hace años que la Red se ha venido plagando de nuevas vías de negocio más rentables que cualquier videoclub o sala de cine que se pueda abrir en nuestra ciudad. Imagino que nadie aquí necesitará presentaciones para servicios como Netflix, Voddler o iTunes.
El problema es que en lugar de abrazar como es debido estas realidades más que consolidadas, los poseedores de los contenidos intentan por todos los medios poner trabas a su difusión; una de las consecuencias de ello es que Netflix canceló hace poco sus planes de llegar a España. Lógicamente, así es difícil que Internet pueda ser parte esencial de la industria del cine, pero ya vemos cuál de las dos partes es la que intenta evitarlo.
Poner puertas al cambio que viene de fuera tampoco es suficiente cuando desde dentro surgen iniciativas igual de interesantes para conciliar Internet y la distribución autorizada de contenido audiovisual. Hablemos de Youzee, hablemos de Cinesa Play o de otras tantas soluciones que, si nadie lo impide desde el otro lado, pueden llegar a ser mucho más que un simple complemento.
Cuando el avestruz saque la cabeza
Negar hoy esta realidad y retrasar sus consecuencias a un futuro indeterminado, me obliga a recurrir a la eterna metáfora de la avestruz que esconde la cabeza bajo el suelo esperando que pase la tormenta. De lo que González Macho y compañía no son conscientes, por desgracia solo para ellos, es que si siguen así, cuando saquen la cabeza del agujero ya va a ser demasiado tarde.
Si de verdad quieren que Internet se convierta en una vía más para la rentabilidad del cine español, lo que deben hacer es abandonar el discurso vacío e incierto, y aceptar de una vez por todas el cambio que ya se ha producido. Que Internet hace ya mucho tiempo que es el presente del cine, de la música, de la literatura y de cualquier otro bien cultural susceptible de ser distribuido. Y no va a esperar por nadie.
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