En un contexto en el que la “sexnology” (la tecnología al servicio del placer) se encuentra a la orden del día y en el que aplicaciones específicas, vídeos eróticos en VR y juguetes personalizados no dejan de proliferar; un político estadounidense ha llevado a cabo una petición que ha despertado nuestro interés: la de considerar la pornografía como una “crisis” de salud pública. Una declaración de guerra y una acusación en la que no podía faltar el “satánico” papel de la red.
En concreto y según cuenta IBN Live, se trata del senador republicano por Utah, Todd Weiler, cuya propuesta se ha respaldado en una investigación británica que afirma que las personas que ven pornografía compulsivamente muestran una actividad cerebral similar a la de los adictos a las drogas. Un planteamiento que no se basa en porcentajes ni estadísticas reales sobre la población sino que demoniza la visualización de estos contenidos. Pero ¿qué opinan los expertos?
El punto de partida
De esta manera, Weiler ha denunciado que la tecnología –tabletas y teléfonos inteligentes- expone a los niños a este “material” a edades más tempranas, lo que desemboca en comportamientos sexuales más arriesgados; una conclusión a la que parece haber llegado él solito y que hemos querido contrastar con nuestra psicóloga de cabecera, Amparo Cervera.
“Aunque es cierto que existe esta exposición prematura, es evidente que se trata de un problema de educación del acceso que debe hacer el menor en la red, de una falta de interés (tiempo o conocimiento) por parte de sus padres, que deberían inculcarle al niño unos valores y herramientas que le permitiesen discernir qué contenido es apropiado para él”, indica.
De hecho, más que a una adicción, nuestra especialista apunta a una distorsión de la realidad: “ahora los adolescentes creen que el sexo es porno”, es decir, esta sobreexposición les lleva a pensar que sus relaciones íntimas serán como las que están viendo en las películas; algo muy lejos de su situación y que podría llegar a desembocar en complejos y similares que, a su vez, les llevarían a aislarse.
Un aspecto en el que también influye el tipo de vídeo, es decir, no será lo mismo optar por aquellos cuyas protagonistas son amateurs y camgirls, que decantarse por grandes producciones con miembros y “atributos” de idénticas dimensiones.
Asimismo y en cuanto a los adultos afectados, el senador propone un programa de doce pasos para luchar contra esta lacra, una medida que, en todo caso y de tratarse de un cuestión real, resultaría “totalmente ineficaz”, pues la adicción es tan solo “la manifestación de que algo no marcha bien”. “Cuando alguien carece de unos apoyos seguros, cuando no ha tenido unos referentes, y cuando no ha recibido un amor adecuado durante su infancia, intenta paliarlo mediante conductas de este tipo, que tratan de hacerle sentir bien”, comenta.
Es decir, no bastaría con un mero planteamiento “conductista” tan simple, sino que la persona implicada debería someterse a una terapia y a un abordaje que vaya más allá de la evidencia en sí misma (en este caso la adicción a la pornografía). La idea es “llegar a comprender que estás buscando amor donde no debes” y encontrar alternativas que te satisfagan, remata Cervera.
Una visión positiva avalada por la Ciencia
De hecho y por otra parte, la pornografía también puede ser empleada con fines realmente positivos como romper la rutina de una pareja, desinhibirse, introducir nuevos y excitantes elementos, liberar a los mismos de prejuicios y, en definitiva, mantener la salud sexual. Asimismo y como dice nuestra especialista, favorece la comunicación y la expresión del deseo como método para aprender cosas nuevas “siempre que su uso no resulte recurrente y se lleve a cabo bajo el acuerdo de ambos miembros”.
Pero no son sus únicos beneficios, sino que, según afirmaba ya en 2010 la revista Psychology Today, su divulgación masiva en la red, ha generado unas “ventajas sociales importantes” como la reducción de las tasas de sífilis, gonorrea, embarazos no deseados, divorcios y las violaciones. El sexo entre adolescentes también decreció, mientras que el uso del condón se incrementó. Algo que obviaría una suerte de “función educativa” del porno.
Desde un punto de vista individual incluso, esta resulta útil para conocernos mejor, aprender sobre nuestras prioridades, inventar fantasías eróticas que nos proporcionen placer y demás. ¿Qué hay de malo en ello?
El quid de la cuestión, en definitiva y como sucede en otros tantos ámbitos, radica en el empleo que le damos a las herramientas que tenemos a nuestro alcance. La adicción, en la mayoría de casos, dependerá del propio individuo y de sus antecedentes personales; de sus apegos, valores, contexto y disfunciones.
Asimismo, habría que valorar son los parámetros que este conservador político tiene en cuenta a la hora de considerar si un individuo posee esta patología o no; así como, evidentemente, su capacidad y titulación para plantearlo como una lacra social y crisis de salud pública.
Imágenes | Pixabay, editadas
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