Durante el 2015, España registró el peor dato de percepción de la corrupción de nuestra historia, un resultado en el que fueron determinantes los escándalos protagonizados por políticos y miembros de la Familia Real. Sin embargo, parece que no somos los únicos que tenemos sobradas razones para preocuparnos por esta clase de problemas.
Así, la ONG Transparencia Internacional ha creado una suerte de mapa de calor interactivo en el que representa 168 países en función, precisamente, de estos índices. Un documento que sitúa a nuestro estado en el trigésimo sexto puesto. Ocupan las peores posiciones Somalia y Corea del Norte. Pero analicemos los datos con mayor profundidad.
El mapa de Transparencia Internacional
De esta manera, el mapa agrupa los distintos emplazamientos por colores y puntuaciones, una vista panorámica que la agrupación ha llevado a cabo valiéndose de datos de entidades como el Banco Africano de Desarrollo, la fundación alemana Breteslmann y el Banco Mundial, entre otros.
La información, por desgracia, estima que un 68% de los países de todo el mundo tiene un problema grave de corrupción, y que ninguno de ellos se libra por completo de ella. En Europa, por ejemplo y aunque la región sufre un estancamiento, preocupa especialmente la situación de Hungría, Turquía, Macedonia y España. En el lado opuesto encontramos a Dinamarca, Finlandia y Suecia. Grecia y el Reino Unido también mejoran.
Los lugares más acuciados por estos problemas, además de Somalia y Corea del Norte, son Irak, Libia, Sudán. Sus puntuaciones, según el informe, se deben a la presencia constante de conflictos, una gubernabilidad deficiente, e instituciones públicas frágiles, entre otros. Brasil también ha empeorado notablemente, de hecho es el país que más ha descendiendo, perdiendo siete posiciones.
Al margen de los datos en sí mismos, la organización indica que algunos de los parámetros que influyen en la percepción de la transparencia son el acceso a la información sobre los presupuestos públicos, la libertad de prensa, la integridad de los altos cargos, la existencia de un poder judicial independiente del gobierno, etcétera. “La corrupción no será atajada hasta que se pongan en marcha leyes y normas y la sociedad civil y los medios de comunicación sean realmente libres”, ha apuntado Anne Koch, directora para Europa y Asia Central.
“El coste humano de la corrupción es enorme, sin embargo, con demasiada frecuencia los líderes con antecedentes notoriamente corruptos siguen disfrutando de vida de lujo a costa de las personas que viven en pobreza extrema. Es hora de que se enfrenten a las consecuencias de sus acciones”, remata la ONG.
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