La "biblia" de las revistas liberales, The Economist, se posiciona del lado de la Neutralidad de la Red sin abandonar los principios editoriales. La prestigiosa revista, bastión del liberalismo clásico, viene "gastando papel" - desde 1834 - pero sobre todo recursos intelectuales para editorializar en defensa de las libertades (económicas, "morales", civiles y políticas). Caso excepcional entre los grandes de la prensa.
Ahora toca defender Internet. Por ello o para ello, The Economist advierte primero sobre la presencia amenazante de tres grandes muros que frenan el potente desarrollo de la red.
El muro nacional que resguarda a los países liberticidas (China, Irán, Cuba, Arabia Saudita y Vietnam...) de los peligros de internet y que está siendo seguido "por otros gobiernos que están endureciendo los controles sobre lo que la gente puede ver y hacer en Internet".
Otro muro, en esta caso empresarial, que mediante la creación de "espacios protegidos", una estrategia que parecía haber desaparecido hace una década y que tiene en Facebook con su propio sistema cerrado, el correo electrónico interno, por ejemplo, un ejemplo paradigmático. También cita The Economist a Google que ha construido un conjunto de servicios integrados basados en su "web" o los exclusivos y aislados usuarios de acceso móvil de Apple que viven proetegidos por su portero (la propia Apple).
Eso no es siempre una mala cosa. Los beneficios que Apple cosechas de su jardín amurallado han permitido prestación de servicios y dispositivos que deleitan a sus clientes, que puede ser feliz de cambiar un poco la apertura de una mayor seguridad y facilidad de uso, y si no, pueden ir a otra parte. Mientras que algunos padres de bienvenida la política de Apple de bloquear aplicaciones picantes en sus dispositivos. Pero cualquier persona que no le guste esto puede comprar un Nokia o un "teléfono Android". Y las leyes antimonopolio siempre pueden evitar un abuso de posición dominante...
Donde The Economist ve mucho más preocupante la amenaza contra Internet - y más difícil de tratar - "es en las restricciones impuestas por los gobiernos". Explica que es posible que (en nuestras democracias) no se llegue a emular el gran cortafuegos de China. Pero los gobiernos occidentales tiene poco de que presumir y la amenaza es latente. Ejemplo: "Australia y su esfuerzo por construir un servidor de seguridad de estilo chino, en un esfuerzo para bloquear la pornografía infantil".
El filtro censor australiano es absurdo y debe ser desechado. Será fácil eludirlo, y un enfoque tradicional del orden público es una mejor manera de afrontar este tipo de problemas, que jugar con la plomería...
Los gobiernos que tienden a censurar, pueden ser influenciados con el argumento de los beneficios económicos de una apertura, explica The Economist haciendo honor a su optimismo liberal, esa confianza firme e insobornable, forjada en miles de artículos, entrevistas y reportajes que dejan a las claras su línea editorial: Creemos en el potencial progresivo y democrático de los mercados.
El tercer muro: los operadores
Y aquí tropezamos con el tercer muro. Uno que afecta a los internautas de las democracias más avanzadas del mundo. Es otro muro empresarial, ahora mismo, causa de los desvelos de Obama y la FCC a la hora de afrontar la gran batalla política por garantizar, mediante una regulación, la neutralidad de la red. También The Economist "tropieza" con este muro en su batalla editorial en defensa de las libertades (de expresión y de comercio), pero propone derribarlo.
"Un muro en el que los operadores están ahora mismo enfrascados en la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos y en alcanzar acuerdos con los proveedores de contenido para favorecer a sitios web dispuestos a pagar". La revista liberal no tiene el más mínimo prejuicio, por liberal precisamente, en citar al senador de ala izquierda demócrata, Al Franken, "que denunciò que los sitios de noticias de derechas cargan cinco veces más rápido que los blogs de izquierda". ¿Fue una pesadilla del senador por Minnesota o una realidad? En cualquier caso...
Él y otros defensores de la "neutralidad" quieren nuevas leyes para impedir a los operadores de discriminar entre diferentes tipos de tráfico. Pero los operadores de la red dicen que podría obstaculizar la innovación, y los de la derecha ven neutralidad de la red como un complot socialista para regular Internet.
The Economist se pregunta a las claras. "¿Qué pasa con el riesgo de que los operadores fragmenten Internet mediante la construcción de nuevas carreteras o de bloques con casetas de peaje?. En teoría, la competencia entre los proveedores de acceso a Internet evitaría que esto suceda". Fe en el mercado, ¿pero qué mercado?.
Cualquier proveedor de banda ancha que trate de bloquear webs o servicios determinados perdería rápidamente a sus clientes.
Si esto fuese así... que no lo es. Aquí viene un titular - extracto textual del artículo en cuestión - al que siguen las sugerencias o esbozo de solución liberal que sugiere la prestigiosa revista británica:
El debate de la de neutralidad es un reflejo de la falta de competencia en el acceso de banda ancha.
La mejor solución sería exigir a los operadores de telecomunicaciones a abrir sus redes de alta velocidad a sus rivales al por mayor, como es el caso en casi todo el mundo industrializado. Pero las grandes operadores de la red de Estados Unidos han argumentado desde hace tiempo que ser obligadas a compartir sus redes supondría un perjuicio para sus incentivos de invertir en nuevas infraestructuras, e impediría la puesta en marcha de la banda ancha.
Aquí The Economist dispara y replica con salvas liberales: "Pero eso no ha sucedido en otros países que tienen esta exigencia de acceso abierto y disfrutan de una banda ancha más rápida y más barata que la de los Estados Unidos. Neutralidad de la Red es algo difícil de definir y hacer cumplir, y los esfuerzos se hacen sólo para afrontar los síntomas (preocupación por la discriminación) y no la causa subyacente: la falta de competencia".
La rivalidad entre los proveedores de acceso ofrece la mejor protección contra el levantamiento de nuevas barreras. Frente a los muros: más mercado, más libertad. Más posibilidades... de derribarlos.
Vía | The Economist Foto | gabriel