En los anteriores capítulos de éste resumen especial de la SOPA, hemos visto qué es, cómo funciona y cómo nos afecta si somos usuarios de Internet. Tanto si nos limitamos a pasearnos por la red, como si generamos cualquier tipo de contenido y lo publicamos en la misma.
Pero la SOPA, además de afectar a los usuarios de Internet, también afecta a las empresas con un mínimo de presencia en la red, y no sólo a empresas tecnológicas o se dedican al marketing en Internet. Internet representa aquella “ventana al mundo”, permite a cualquier empresita, por pequeña que sea, poder vender sus productos mucho más lejos de lo que era imaginable hace 20 años.
En Internet se vende de todo. Viajes, utensilios de cocina, ropa, jabón, comida, bebida, juegos (de tablero, de cartas, vídeo-juegos…), libros, ordenadores, televisores, ventiladores, lámparas, muebles, plantas, medicamentos, maquillaje, complementos de moda…
Lo único que diferencia Internet del mundo de los átomos es que uno no se limita al barrio o la ciudad más cercana. Puede acceder a Internet y comparar precios del mismo producto que venden en la tienda de barrio, con cualquier tienda en Arkansas, Shanghai o Queensland.
Pero con la SOPA en la mano, aquellos presuntos “titulares de derechos“, o en éste caso también de patentes industriales, pueden empezar a recortar esa libertad de los clientes a elegir qué comprar y dónde hacerlo, y de paso destruir a la competencia.
Pongamos el caso de complementos. Sobre gustos hay mucho y muy bien escrito, y cada cual tiene los suyos. Pero una cosa es que te guste algo, y otra es que puedas permitírtelo. En este caso, existe el maravilloso mundo de las “réplicas”. Relojes, bolsos y demás, que sustituyen una letra por otra pero dan el pego.
Hasta ahora, si queríamos un Trolex, o un bolso de Bechanel, nos íbamos a cualquier chiringuito de paseo marítimo y buscábamos nuestro producto a un precio muy por debajo del original. Ahora podemos consultar cualquiera de los millares de webs que venden replicas y comprarlo ahí, y nos lo mandan a casa directamente.
O al menos hasta ahora, ya que los presuntos propietarios de los derechos pueden empezar a hacer listas con éstas páginas de replicas y mandarlas a la comisión de turno para que les obliguen a bajar la persiana.
Y todo esto en base al concepto “pérdida de ventas“. Pero no nos engañemos: cualquiera que se compre un Trolex en una web de replicas lo hace porque nunca podrá comprarse el de verdad (a menos que te caiga el gordo de la lotería), por lo que esa venta afecta en nada a las ventas de la marca original. Y obviamente, ni la SOPA ni el ACTA conseguirán cerrar ningún chiringuito de paseo marítimo en ningún lugar del mundo.
Pero como no quisiera que me acusaran de fomentar la venta de productos fraudulentos (aunque cuando vendes un Trolex con la “T” bien grande, difícilmente pueden acusarte de intentar dar gato por liebre), iremos con otro ejemplo.
Utensilios de cocina: alguien de cualquier pueblecito de Alabama vende cierto modelo de molde para repostería, que adquiere a su vez a un mayorista, pongamos de China. Yo hago lo mismo y, por casualidad, compro al mismo mayorista, pero ninguno de los dos sabe a quien compra el otro. Como el tipo de Alabama detecta que sus ventas han bajado fuera de los Estados Unidos de América, decide hacer una búsqueda de aquellos sitios no anglo-parlantes.
Encuentra mi pequeña tienda online de moldes, y lo añade a su lista de “sitios fraudulentos”. A los pocos días, intento acceder a mi trastienda y me encuentro con una página de la agencia de aduanas gringa que me informa amablemente que mi dominio ha sido secuestrado por atentar contra el comercio de los Estados Unidos de América.
Paypal me bloquea los fondos de las ventas que hice hace un par de meses. 2Checkout me dicen que también suspenden mi cuenta (y de paso, ambos se quedan con toda la pasta que tuviera).
Desde Google Adsense me dicen que la cuenta está suspendida (y que nunca podré crearme otra con ellos), con lo que pierdo los ingresos por publicidad en ese dominio ya secuestrado y en cualquier otro que pudiera tener, y así.
Un tipo a más de 8000 kilómetros acaba de echar al suelo mi pequeña Sociedad Limitada con sede en España, que fundé usando todos mis ahorros y que se dedicaba a vender moldes de cocina a Dos Hermanas, Badajoz, Chile, México o Argentina. Y lo ha hecho desde su casa y sin intervención alguna de ningún juez.
A partir de ahora, tendré que empezar a recorrer el laberinto legal extenuante de los Estados Unidos de América para intentar demostrar que mis productos no infringen ninguna patente Estadounidense para intentar recuperar mi dominio, mis cuentas y mi dinero ganado de forma completamente legal.
Pero nada me garantiza que pueda volver a recuperarlos, por lo que seguramente tenga que cerrar la empresa, aunque la hacienda pública española seguirá reclamándome el IVA y el Impuesto de Sociedades. Y como tengo las cuentas y los fondos congelados, veremos si tengo que atenerme a sanciones económicas en España.
Y por muchas extensiones y plugins que se programen para permitir saltarnos los secuestros de dominios, el mero hecho de usarlos nos convierte, también, en criminales del copyright. Pero eso lo veremos otro día.
Foto | Daquella manera