Si la ley Sinde sigue adelante, España derrochará una ocasión única de debate

Más allá de si el PSOE alcanza un acuerdo con el PP en relación con la ley Sinde. Más allá de que se cierren webs por vía express, que va contra los derechos fundamentales. Más allá de contentar a la industria cultural y los lobbies, tanto españoles como yankees. Más allá de "salvar la cultura", como dicen algunos. Más allá de detener la hemorragia que producen las descargas, añadirían.

Si se aprueba la ley Sinde en el Senado; los políticos, creadores, ciudadanos e internautas españoles perderán la oportunidad de abrir un debate real sobre el futuro de la red. Lo decía Alex de la Iglesia –sin juzgar si es un farol o no–, la ley Sinde debe parar su recorrido para dar aire a un intercambio de opiniones que puede dar frutos muy positivos. Puede que se guardaran las formas, pero la reunión del pasado 30 de diciembre en la Academia de Cine fue la demostración de que el consenso no es una utopía.

En estos momentos, el cierre del plazo para la presentación de enmiendas a la iniciativa de la ministra de Cultura es como una soga al cuello del debate. Tanto los internautas como una gran parte de los creadores y la industria se han dado cuenta de que no se trata del todo gratis, sino de una oferta dentro de unos parámetros lógicos y sensatos. Y con el plazo de enmiendas terminado, la soga será la propia aprobación de la ley, a mediados de febrero en el Senado. Si sale adelante, España perderá una gran oportunidad de marcar un punto de inflexión en el modelo de consumo cultural. Y los internautas son flexibles, puesto que han accedido a debatir cuando la industria ha perdido y se ha visto en la obligación de hacerlo.

El simple hecho de una supuesta aprobación de la ley Sinde dentro de unas semanas no hará más que avivar la llama de las descargas y el intercambio de archivos sin el consentimiento de sus autores. Será el retrato de que la industria sólo quiere a los ciudadanos para consumir y que el contenido es un medio para sacar dinero. Los internautas se verán agredidos y no querrán saber nada de pagar por películas, música, series o cualquier obra de arte. Y los políticos, entonces, se darán cuenta que han vertido esfuerzos en una herramienta inútil para combatir las descargas –que no para la censura en Internet.

La ley Sinde debe morir en paz. Pero no para que el modelo de negocio siga como hasta ahora. Tiene que enterrarse para poder hablar de tú a tú, con sensatez. De lo contrario, es como negociar con una pistola apuntándote, una de las partes se siente atacada, ofendida, insegura e insultada a partes iguales. Si la ley Sinde muere, tiene que ser por algo. Algo que la actual ministra de Cultura no alcanza a entender: el entendimiento. El ejemplo más claro es la persona que se ha erigido como el portavoz de Sinde, Álex de la Iglesia. ¿No es un poco paradójico que sea él quien inicie conversaciones, y no la política que quiere aprobar la ley en cuestión? Es sólo un ejemplo, pero ¿por qué no hacer como en Brasil, donde se ha abierto una consulta popular sobre la propiedad intelectual?

Foto | Mermadon 1967

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