En un clima de unidad civil, entre gritos y cantos, los ‘indignados’ israelíes tomaron ayer las calles de las principales ciudades de su país en las que han sido las mayores manifestaciones de la historia de Israel. Lo que comenzó con una acampada en el elegante bulevar Rothschild de Tel Aviv siguiendo el modelo de la “revolución global” es hoy noticia de impacto a nivel internacional. “Un nuevo país”, “Israel está en la calle”, titula en primera página (de papel) recurriendo al azul y blanco (los colores nacionales) el Yediot Aharonot, principal periódico del país.
En Tel Aviv los manifestantes se congregaron en la plaza frente al teatro nacional Habima y en las calles aledañas. Luego partían pausadamente y en un ambiente festivo hacia un sector de la ciudad, a un kilómetro de distancia, donde se encuentran las sedes de los principales ministerios y de otras oficinas públicas.
Además de las multitudinarias manifestaciones en Tel Aviv, Jerusalén, Haifa, Ashdod y Beersheva merece destacarse la concentración celebrada en Nazaret que contó con la participación conjunta de manifestantes judíos y árabes.
La denominada revolución de las carpas (véase Bono lo “lúcido”, rancio y reaccionario que es) es ya la mayor revuelta social en la historia de Israel y quizá una ventana a un futuro diferente del que los políticos tramposos, sordos y viejos nos querían imponer desde el despacho o finca.
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