El tío de América [por Josep Jover]


Josep Jover es el abogado que le ganó el pulso del canon digital a las entidades de gestión españolas ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Un infatigable defensor de la sociedad digital abierta que además preside APEMIT (Asociación Española de Pequeñas y Medianas Empresas de Informática y Nuevas Tecnologías).


Ahora también es colaborador de Nación Red.


En el siglo XIX y principios del XX, muchas familias tenían el llamado “tío de América”, que al irle allí más bien que mal las cosas, empezaba a enviar dinero a sus familiares en España.

Comenzaba comprando un trozo de campo... y acababa adquiriendo, a buen precio, la casa familiar. Pagaba religiosamente la remodelación de la misma, se construían unas caballerizas, y ¡lo que hiciera falta!, sin mirar demasiado el precio ni controlar unos los parientes que se enriquecían con el peculio del tío. Toda la parentela, muy contentos ellos, acababan viviendo en una mansión, como si fuera suya y disponiendo de un dinero fácilmente adquirido que les proporcionaba, “como administradores”, un buen tren de vida. Quedaba ya lejos el levantarse con la salida del sol, arar, sembrar, sufrir y recoger.

Presumían delante de los demás, en el bar, que ellos eran “de familia rica”, y que tenían a la niña en una escuela de señoritas y un piso en la gran ciudad. Todo lo que podía oler a sudor y trabajo, se malvendía, pues no era propio de hidalgos.

Pero un día, el tío, decidía que ya tenía bastante. Liquidaba sus negocios en América y volvía a casa; a SU casa. Entonces es cuando se desataba el drama. Los hasta ayer amos, devenían invitados, cuando no meros siervos. Se acabó todo el dinero que regularmente llegaba sin demasiados controles y que ellos administraban alegremente. Nada era ya suyo.

La riqueza, devenía en pobreza y rabia mal contenida contra “el indiano”, que además les imponía los modos y costumbres extranjeros. En el mejor de los casos para ellos, éste acababa amancebándose con “la sobrina”, que los protegía de ser tratados como a los perros... en el peor de los casos, es que ni me lo imagino.

En los últimos 25 años, en España, hemos pasado, punto por punto lo que les he relatado. Desde nuestra entrada en la Unión Europea hemos recibido unos 3.000 €/año por cada ciudadano (varios planes Marshall, para hacer la comparativa). Con ese dinero, hemos construido autopistas que no llevan a ninguna parte, aeropuertos en los que no aterriza nadie, o centros comunitarios y polideportivos en los que cabe dentro todo el pueblo... ¡y el de al lado también! o ferrocarriles de alta velocidad con estaciones que en las que no bajan ni 1000 personas al mes.

Hemos malvendido el litoral, dilapidado nuestros recursos y hemos enviado a nuestros hijos a que sean físicos, ingenieros, médicos o enfermeras, pero eso sí, sin invertir un euro en I+D+I.

El tío de América (UE) ha venido ahora desde Alemania, Francia e Inglaterra. Nos recuerda que él lo ha pagado todo. Hasta el último ladrillo es suyo. Ahora él es el que impone la política económica del país, dónde y cuándo enviaremos nuestros soldados, cuál es nuestra moneda, o que ni se nos ocurra poner fronteras, y cómo ha de ser nuestro Derecho o nuestros contratos de trabajo. Por no tener, ni tan siquiera son nuestros, los ficheros policiales (Schengen).

De momento, nos dejan las banderas para que las usemos en el deporte y empiezan a amancebarse con nuestros hijos ingenieros, médicos y enfermeras, y otros emprendedores para que vayan a sus países a trabajar para ellos y hacer, de nuevo éstos, y como emigrantes, las américas. Los que escogieron no estudiar... es que ni me lo imagino.

Sólo queda #indignarse contra quienes nos han colocado en la actual situación.

Foto | rockcohen

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