Kenneth J. Ford es un abogado de Martinsville, en el estado de Virginia Occidental. Él solito presentó más de 22.000 demandas entre Septiembre y Noviembre de 2010 contra presuntos infractores de copyright. Su presunto delito: que presuntamente se habían descargado películas pornográficas harcdore (y por los títulos, no son presuntas sino porno duro de verdad).
La táctica de Ford era la de demandar a personas poco informadas por descargarse dichas películas de forma ilegal, para luego pedir una compensación económica a cambio de retirarla. Un troll del copyright en toda regla.
Esas 22.000 demandas se presentaron en forma de un único caso, pero el juez de Virginia le dijo que ni de coña, ya que cada uno de los afectados podría tener una defensa completamente diferente, así que le emplazó a presentar los casos de forma individual, pagando 350 dólares y haciendo el papeleo por cada uno de ellos.
Como buen troll, Ford vio que presentando 22.000 casos a 350 dólares el caso, el negocio no le era rentable, así que retiró la demanda y se fue a Washington DC.
Antes de ser un troll del copyright y provocar a ese juez, Ford ya había recibido varias amonestaciones, incluso le retiraron la licencia en cinco ocasiones. Pero eso era cuando se dedicaba al tema de los divorcios.
Luego se pasó al porno, fundando su propia empresa, “Adult Copyright Company”, para proteger a productoras de cine para adultos de los pecadores del copyright. ¿Dije proteger? Mejor será “proporcionar ingresos extra” mediante prácticas peligrosamente parecidas a la extorsión, que es lo que hacía realmente.
Al abogado Ford le iba muy bien hasta que llegaron los señores del Gobierno Federal. En su mano, una acusación de falsificación de una orden judicial y una de fraude.
Resulta que uno de sus clientes le apremiaba para que hiciera su trabajo, así que ni corto ni perezoso, recicló una orden antigua que tenía la firma de un juez y realizó una nueva, que entregó a su cliente, con un par.
Realizar demandas masivas pidiendo dinero a cambio puede que sea legal, pero no demasiado ético. Pero una cosa es no tener ética, y otra muy diferente incurrir en delitos de falsedad documental y fraude.
Si, el caso puede ser anecdótico, pero es de lo más divertido y muestra las consecuencias reales de las leyes basura que pretenden defender los derechos de autor: seres que buscan lucrarse mediante extorsión y amenazas.
Por cierto, se ve que Ford ya no aparece en la lista del bufete en el que trabajaba, y que además su mujer le ha abandonado. No es por hacer leña del árbol caído, pero tiene tela.
Via | Ars Technica
Imagen | Tim Wayne