Estados Unidos ha vuelto a rechazar la petición del relator de la ONU para la Tortura, el argentino Juan Méndez, que quiere entrevistarle a solas y sin supervisión militar con Bradley Manning. El presunto confidente de WikiLeaks que permanece encerrado en una minúscula celda de la base militar de Quantico (Virginia) durante 23 horas al día.
El relator de la ONU considera propia de regímenes dictatoriales la actitud de EE.UU. “Estoy respondiendo a acusaciones de que se le da un trato inhumano, degradante o incluso de tortura. Hasta que no tenga delante todas las pruebas no puedo decir si se le trata inhumamente o no”.
Lamentablemente, el Gobierno de Estados Unidos no ha sido receptivo a una reunión confidencial con el señor Manning. Estoy profundamente decepcionado y frustrado por las evasivas del Gobierno estadounidense.
El Pentágono se niega a que Méndez lleve a cabo la visita oficial en calidad de relator de la ONU. Después de mucho insistir ha conseguido que le sea autorizada una visita de “carácter” privado”, un encuentro que sería supervisado por los guardias de la prisión.
Eso ya sería más de lo que ha conseguido el congresista demócrata Dennis Kucinnich, del Comite de Supervisión de la Cámara de Representantes, que tampoco ha podido acceder a Manning y sigue inmerso en una maraña burocrática en la que cada ministerio le remite a otro, sin que nadie le ofrezca respuestas.
Más de 250 juristas de Estados Unidos han firmado una carta en la que denuncian por ilegal el tratamiento “degradante e inhumano” sufrido por el joven soldado. También miles de firmas digitales están secundado la iniciativa de Avaaz en la que se exige al Presidente Barak Obama, la Secretaria de Estado Hillary Clinton y al inquietante Secretario de Defensa Robert Gates “que pongan fin inmediatamente a la tortura, el aislamiento y la humillación pública de Bradley Manning”.
Este trato cruel es una violación de sus derechos humanos, garantizados constitucionalmente, y un escalofriante mensaje disuasorio dirigido a todas aquellas personas comprometidas con la integridad pública que pudiesen estar dispuestas a convertirse en confidentes.
Foto | Avaaz