La sobrerrepresentación de los partidos mayoritarios y la penalización de los minoritarios es la principal manifestación del denominado “efecto mecánico” del sistema electoral español - Informe del Consejo de Estado
A la espera de conocer si entre los diputados socialistas hay poco más de media docena de "valientes" que firmen por la tercera urna el 20-N, cerca de 140.000 ciudadanos han pedido ya el referéndum constitucional que las cúpulas del PSOE y el PP no quieren celebrar.
No deja de ser significativo que algunos de los diputados y diputados que votarán la reforma constitucional sin consulta popular hayan sido elegidos para representar a su partido, no está claro a sus votantes, principios y programa, con muchos menos votos (el escaño les sale barato al PSOE y el PP) que los ciudadanos digitales que quieren votar en el referéndum constitucional.
Por ejemplo, Vicente Guillén Izquierdo y María Yolanda Casaús Rodríguez son dos diputados del PSOE con menos de 39.000 votos. La segunda, por cierto, ha expresado sus dudas sobre la reforma constitucional sin referéndum.
Pero la pregunta que debería hacerse María Yolanda Casaús Rodríguez, como un diputado de una democracia, es si se debe a sus votantes (aunque seguro que ha perdido muchos) o al dictado de la cúpula de Ferraz o la Moncloa. Democracia es la separación de poderes (legislativo/ejecutivo). Partitocracia, el dictado de los partidos que incumplen programas y violan principios. Para obedecer a las cúpulas que se reúnen y deciden en un despacho no son necesarios tantos diputados y diputadas, por cierto.
El brillante analista político Josep Ramoneda defendía recientemente que era urgente cambiar la Constitución para que las circunscripciones pequeñas (las provincias) que consagra la "carta magna" del 78 no siguiesen generando una deformación de la representación política a favor de los dos grandes partidos y en perjuicio de minorías como IU-ICV que con un millón de votos obtiene los mismos diputados que el PSOE en una única provincia con 38.617. Decía Ramoneda cuando Sol se llenaba de indignados que la "reforma constitucional" era urgente. Es la única que no lo es (para el PPSOE).
Una ley electoral injusta, una estafa en palabras de Cayo Lara, que fue diseñada, por cierto, antes de la aprobación de la Constitución por políticos y funcionarios que procedían del régimen anterior pero que les ha venido muy bien a los socialistas, véase lo de hoy, cuando han tenido que imponer los dictados del poder. Aunque para ellos se hayan llevado por delante el espíritu de la transición (consenso entre partidos) y recuérdese también la apelación al "habla pueblo habla".
Se acabó. Llegó la provocación. La tiranía de la mayoría (parlamentaria) no es democracia. Un político de la transición, hoy conocido divulgador, ya pronosticó hace más de quince años que la medianía de los políticos que han venido después provocaría una crisis política y social de incalculables proporciones.
La crisis, dijo, no la trae el viento, es lo que se ha hecho mal. El déficit democrático no es menos grave que el contable. No entienden nada. Ni de democracia ni de economía. "Una sociedad moderna no puede encarar el futuro sin unas instituciones equilibradas, verdaderamente representativas y ejemplares", dijo el político sutil.
Imagen | Actuable En Nación Red | Hace treinta años los partidos ya debatían sobre el modelo electoral alemán