Tener conectividad total a una red social puede dificultar, algunas veces, la acción colectiva.
Es un mínimo resumen del estudio de Navid Hassanpour sobre la revuelta egipcia del pasado invierno.
Básicamente, cuando todo funciona bien y tenemos acceso total a la información, cuesta mucho levantar el trasero del sofá y salir a la calle. Total, ¿para qué? Eso si, cuando algún iluminado tiene la fantástica idea de censurar la información y/o empezar a cerrar cositas, la gente empieza a preocuparse, y luego pasa lo que pasa...
No es que tener acceso a Internet garantice que nadie se levante de la silla. Como método de difusión de información, Facebook y Twitter, las principales 'redes sociales' que han intervenido en todas las revueltas, han demostrado su capacidad de mover temas importantes, coordinar acciones en la fase inicial y, una vez terminado el ciclo, los blogs hacen el análisis.
Pero en el preciso instante en que se corta el acceso y las cosas empiezan a ponerse feas de verdad, que es cuando más hace falta un flujo de información constante, eficaz y confiable, realizar o repetir actualizaciones de estado de 140 caracteres genera mucha más confusión que coordinación.
En el caso egipcio, fue justo cuando Mubarak decidió cortar el grifo que la gente empezó a acudir en masa a la Plaza Tahrir. Hasta entonces, allí 'solamente' estaban los chicos del 6 de Abril.
Implicó que muchas personas inactivas políticamente, que desconocían la situación o que simplemente no estaban interesadas, bajaran a la calle a enterarse de lo que estaba pasando. Cerrar Internet forzó la comunicación cara a cara, o p2p o o Efecto Streissand que dirían los gurus, y cuando la gente se comunica sin mediadores que filtren información, pasa lo del 28 de Enero.
No es que las revoluciones no sean twiteadas o actualizadas en Facebook, más que nada es que si estás twiteandolo no estás en la calle. O si, pero solamente hasta que se acabe la batería del teléfono.
Como herramientas de coordinación previa, lo 2.0 está muy bien, pero no pasa de herramienta. No añaden nuevas capas 'democráticas'. Ayudan a diseminar información crítica, y según lo que haga el mandamás de turno junto con la gestión posterior de la situación, nunca por si mismas, generarán más o menos afluencia a la calle.
Apagones de Internet, retirada de convocatorias, secuestro de páginas o cierre de cuentas sólo aceleran un proceso que empezaron unos pocos, generalmente algún tiempo atrás. Slim Amamou, bloguero tunecino que jugó su papel, explica que ya en 2008 hubieron protestas parecidas a las de Sidibouzid, y se cortó el acceso a Facebook durante un par de semanas, pero no pasó nada.
Los tunecinos aprendieron, y la siguiente oportunidad la aprovecharon sin dudar. Conectaron con sus colegas en Egipto y empezaron a movilizarse con las protestas por el brutal asesinato del bloguero Khaled Saeed. Y cuando alguien acabó prendiéndose fuego en Túnez, los egipcios fueron los primeros que salieron a la calle en El Cairo, moviendo la información por el mundo y participando en los ataques anónimos contra las agencias gubernamentales.
Simples herramientas, si, pero
Nos comportamos de forma más normal cuando sabemos que es lo que está sucediendo--somos más impredecibles cuando no lo sabemos--en una situación a gran escala que tiene implicaciones interesantes.
Que vayan cortando Internet...
Vía | The Atlantic Wire Foto | James Whatley