Criminalizar el ciberactivismo como arma contra los movimientos sociales

A nadie se le escapa que los movimientos sociales vividos en este 2011 en multitud de países de todo el mundo, especialmente en el mundo árabe y Europa, han pillado por sorpresa no sólo a los propios ciudadanos, sino muy especialmente a anquilosados gobernantes incapaces de comprender cómo han cambiado las reglas del juego.

Un cambio que les obliga a actuar recurriendo a unas herramientas que, en muchas ocasiones, carecen de sentido. Es por ello que un cuerpo nacional de Policía tiene que utilizar la palabra “cúpula” para referirse a un grupo que carece de ella, porque no son capaces de entender que su “enemigo” utilice herramientas y métodos que se le escapan. Mismo motivo que justificó las cargas policiales en Barcelona, Valencia, Madrid o Salamanca cuando quedó demostrado que no medió provocación alguna.

En este lamentable escenario, comprender que existan grupos de ciberactivismo, Anonymous o cualquier otro, sin ‘malévolas’ intenciones más allá de combatir lo que consideran injusto, parece un imposible matemático para las cabezas pensantes de nuestro mundo. Resulta mucho más sencillo señalar con el dedo, demonizar y llamar “ataque” a la simple caída de una web. Porque, ¿acaso no constituyen una ofensiva mucho más grave las amenazas y chantajes que realiza semanalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) a los países en crisis, que tumbar su página por unas horas? Nadie amenaza con una “respuesta firme” cuando el BCE advierte que podría subir los tipos de interés.

Ojo, no es mi intención, ni mucho menos, deificar las acciones del mundo hacker sino resaltar como, ante la incapacidad de respuesta ante movimientos no violentos en los que el pueblo llano se ve reflejado, las instituciones actuales deciden utilizar respuestas del siglo pasado. En vez de aprender de Islandia y su negativa a ceder al soborno económico, los grandes Gobiernos bajan sus pantalones (los nuestros) ante los culpables de una crisis que, en casos como el de España, parece interminable.

La red, ya sea a través de la interacción en el social media o con actuaciones directas como las de Anonymous, escapa al control de quienes no comprenden su función en este nuevo mundo. Esto asusta, aterroriza a quienes creen haber sido elegidos para tomar las decisiones por nosotros, llevando a una inevitable respuesta en la que todo lo nuevo se convierte en peligroso. Es momento de tender la mano al pueblo para reconstruir y edificar un sistema del que todos nos sintamos parte, en lugar de continuar respondiendo con golpes de porra a manos alzadas al aire.

Foto | Flickr

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