¡Copiad Malditos!, el documental que no copiaría

Nos comenta Rodri que no hemos hecho muchas referencias al documental “¡Copiad Malditos!”, emitido hace poco más de una semana en La 2 de RTVE y dirigido por Stéphane M. Grueso. La gracia del asunto era contar la experiencia de cómo se realizaba el mismo metraje, pero utilizando una licencia Creative Commons y así mostrar las posibilidades de estas opciones alternativas al clásico copyright.

Potenciar el cambio de mentalidad a una sociedad que concibe la propiedad intelectual como algo fijo e inamovible es un hecho positivo, desde luego. Me remito a la llamada generación transmedia (gracias a los compañeros de Zemos68) para explicar que en realidad nos encontramos ante productos que nacen de otros, copias modificadas, del remix, de la inspiración en los clásicos y de la creación colaborativa.

Es digno destacar que esto es mucho más que un Linux con porcentajes mínimos de uso u otro ejemplo de maravilloso software libre, sino que se ha aplicado a una obra artística con todas las de la ley. Una obra audiovisual que no puede vivir sin cobrar los royalties por su distribución porque además no hay conciertos que dar ni un segundo mercado al que vender. Ésa que la piratería mata lentamente. Se ha querido demostrar que no es así. Que la propiedad artística puede ser colectiva y reutilizable. De paso, aprovechamos el despiste para dar unos palos a los SGAE aunque al final el contenido pase de un prometedor solomillo a una sopa de sobre.

Lo siento, pero es así. Vi el documental y, si alguien me pide mi opinión diré que me pareció panfletario. Coincido con la mayoría de las opiniones vertidas, especialmente con las intachables aportaciones de David Bravo y Javier de la Cueva, pero como documental es aburrido, poco convicente y en exceso oportunista. La mitad de los diálogos tienen tanta validez como los que tiene el carnicero del Mercadona.

No critico que no sea objetivo, porque un documental puede perfectamente abordar una opinión. Tampoco niego que desde “el otro lado” no hayan querido participar, pero las aportaciones en contra del copyright son muy débiles y recuerda a cierto fanatismo cuando nadie nos enseña la alternativa, por mucho que estén disponibles miles de minutos en alta definición en la web oficial. La credibilidad se pierde por completo cuando la financiación viene por la vía institucional. Lo que duele es arriesgarse.

Un aplauso a uno mismo

Si apoyando la filosofía se me antoja populista, me cuesta imaginar que puede opinar alguien a quien nunca le ha preocupado el tema. En realidad parece que busca el aplauso de quienes ya lo hacían de antemano; un ejercicio de onanismo. Mezclar a la SGAE, a las licencias Creative Commons, la piratería, los cocineros que no pueden escuchar la radio, la industria de la música y del cine en un mismo sitio (con lo diferentes que son) y de camino repasar la historia del copyright no podía ser buena idea si no se hacía muy bien.

No critico la idea, sino el resultado. Otros productos buscan modelos diferentes y, en mi opinión (que no de Nación Red), mucho más satisfactorios vía crowdfunding. El gran salto adelante del Creative Commons en el que se demostrará que las grandes artes pueden salir de este tipo de licencias todavía no ha llegado. Si alguien quiere demostrar que el copyleft llenará nuestra vida de entretenimiento todavía está a tiempo. Por falta de dinero, de medios tecnológicos, de tiempo o de ganas; seguiremos esperando el solomillo.

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