Congelar el espacio público evita las acampadas

Bajo la carpa se brinda con cava y se degustan canapés. Fuera, unas decenas de indignados gritan y pitan. Protestan en la Plaza Catalunya porque la pista de patinaje sobre hielo que ha montado el Ayuntamiento de Barcelona con patrocinio de empresas privadas les parece una provocación. Será la mayor de Europa, incluso mayor que la que se monta cada año en el Rockefeller Center de Nueva York, pero los indignados entienden que si hubo desalojo por la fuerza por invasión de un espacio público... lo mismo debería ocurrir ahora.

Las consignas se suceden y se entremezclan las cosas. De la reivindicación del espacio público se pasa a la protesta por lo inoportuno de montar un tinglado como este mientras se realizan recortes en prestaciones sociales. "Menos Navidad y más Sanidad", corean los congregados. A nadie se le escapa que la carpa es la excusa perfecta para evitar que se realicen nuevas acampadas en el emblemático espacio.

La Fundació Barcelona Comerç está detrás de lo de la carpa, y con ella quiere atraer a los consumidores. Pero no todos los comerciantes lo ven así. Una tendera blande dos pancartas por falta de una, y cuenta a quien la quiera escuchar que a ella nadie le ha consultado, y que aunque la financiación sea privada la factura energética que cueste el mantenimiento de la pista y la iluminación adicional irá a cargo de las arcas públicas.

La ocupación de un espacio público como es la plaza Catalunya ya es un hecho, pero esta vez no acabará en una carga policial como la que protagonizaron los Mossos d'Esquadra. La Guàrdia Urbana protege la zona y los políticos presentes que abandonan el acto institucional reciben los abucheos con una sonrisa. Calma tensa, pero calma al fin y al cabo. Desde hoy, la plaza ya no es pública.

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