Ni siquiera los responsables de ElPaís.com pudieron evitar mofarse de la epiléptica web que presentó el candidato a la alcaldía de Madrid, Jaime Lissavetzky, hace algunas semanas. La broma se extendió por toda la blogosfera y aunque se modificó ligeramente la página, los resultados siguen siendo decepcionantes.
Rescato aquella noticia para poner de manifiesto las enormes diferencias entre la web de Barack Obama en su candidatura a la presidencia del gobierno estadounidense. Aquí no hay ruidos de Game Boy ni una estética cercana a lo que debía ser Matrix. Se trata de una web sencilla, directa e incluso conservadora en su estética (algo más que razonable en política) pero que cumple su función perfectamente.
Con ella, no hace más que recibir aplausos porque el equipo de comunicación de Obama sí ha entendido Internet. Nosotros no.
Esto va al margen de opiniones partidistas. No tiene nada que ver con lo que propone unos partidos u otros. Pero, quizás exceptuando el caso de UPyD, tenemos mucho que aprender. El caso del socialista madrileño pasaba por vendernos la modernidad con algunas cuentas en diferentes redes sociales y un diseño que aparenta ser muy digital, pero que acaba siendo muy cavernícola.
Me pregunto si el propio Lissavetzky disfrutará navegando por su microsite o será capaz de encontrar algo más que un eslogan vacío de contenido. El voto internauta no se gana con apariencia geek de hace 15 años. Como votante indeciso, desde luego, me ayuda bastante poco.
De hecho, la mayoría de los sitios (como es el caso de Esperanza Aguirre) parecen más destinados a sus fanáticos que a aquellos que dudan. Panfletos online, cero participación. No sé ni en qué se apoyan para ganarse mi confianza ni cómo apoyarles yo si se la han ganado.
El primer presidente negro del país más poderoso del globo lo intenta de otro modo. Comunica su presencia en las elecciones del 2012 a sus seguidores de Facebook, se presenta con un simple vídeo en Internet, sin utilizar la televisión; utiliza una página donde anuncia su candidatura y reclama el apoyo y la participación de la gente.
Mantiene activa su cuenta de Twitter y en el planeta Zuckerberg - con 8 y casi 20 millones de seguidores - y ha revolucionado la forma de hacer campaña. Esa es la diferencia entre los que quieren demostrar que entienden el medio y los que realmente lo hacen.