Hubo un tiempo a finales de los años 90 del siglo pasado en los que apareció un nuevo concepto en Internet que resultó revolucionario para los usuarios. Nos referimos al intercambio de archivos _peer-to-peer_ o P2P, cuyo pistoletazo de salida para el gran público podemos establecer con la llegada de Napster en 1999.
Han pasado 17 años desde entonces, y ahora el P2P compite con las plataformas de streaming. Estas plataformas ofrecen contenidos a los usuarios pagando una suscripción a un servicio, con lo que quizá las descargas a través de redes P2P han perdido vigencia. ¿O quizás no?
Sea como fuere, cuando el P2P irrumpió algo como Napster no se había visto hasta entonces: crear una colección de archivos de música descargándolos directamente desde las colecciones de otros usuarios.
Como era de esperar, el fenómeno Napster subió como la espuma y pronto millones de personas lo usaban para conseguir música.Esto pronto generaría reacciones por parte del aparato corporativo de la industria musical y por parte de los artistas (como por ejemplo el célebre juicio de Metallica contra Napster). Ambas partes veían que su modelo de negocio estaba en peligro. El golpe fue tan fuerte, de hecho, que la industria discográfica nunca ha conseguido recuperarse del todo.
Las descargas P2P no se ciñeron única y exclusivamente a la música. Pronto aparecerían formas de compartir archivos más grandes que un MP3, con lo que también acabaron salpicando a la industria audiovisual y a la de los videojuegos. La aparición de las redes ED2K en septiembre de 2000 y más tarde de la red BitTorrent en julio de 2001 posibilitaron la descarga de películas y juegos de todo tipo.
La aparición de servicios de streaming bajo demanda ha contribuido a que la situación empiece a cambiar. Por el pago de una pequeña suscripción mensual podemos tener al alcance de la mano una inmensa biblioteca musical, o ver series y películas hasta que se nos derritan las retinas.
Dado que estos servicios se están convirtiendo en algo tan popular en los últimos años, queremos intentar resolver esta pregunta: en plena era del streaming, ¿vale la pena seguir usando las descargas P2P?
La situación hoy frente a la de hace quince años
Si bien a finales de los años 90 del siglo pasado y principios de la primera década del siglo XXI vivíamos un boom del P2P, la situación hoy en día no es la misma que entonces. Las cosas son muy distintas dentro de la escena, y no todos los actores siguen adelante.
Antes hablábamos de Napster como el pionero de toda esta vorágine de programas especializados en descargas usando el protocolo P2P. Aunque parezca mentira sigue estando vivo como servicio de streaming musical. Otros clientes P2P como Kazaa han corrido la misma suerte. Sin embargo, algunos como Soulseek siguen adelante gracias a una comunidad muy activa que se niega a dejar morir a la plataforma.
Las redes ED2K, que cambiaron las reglas del juego permitiendo descargar grandes archivos, tampoco son lo que eran. Sólo queda eMule como representante. Tampoco las cosas siguen igual para este cliente, que en tiempos se vio acompañado por eDonkey, Overnet y lPhant.
La red ED2K funciona mediante servidores, y si antaño se encontraban listas extensas con millones de usuarios conectados, hoy en día la lista es mucho más exigua. Encima, si no se consigue una adecuada, podemos correr el riesgo de ser infectados con malware o de que se recopilen datos de nuestro PC.
BitTorrent ya ha cumplido 15 años entre nosotros. La empresa que ayudó a "parir" la red, BitTorrent Inc., lleva mucho tiempo intentando convertirse en un negocio, como ya quedó demostrado con el proyecto BitTorrent Now (que posteriormente fue cancelado).
Eso, sin embargo, no ha sido un impedimento para que se haya usado fundamentalmente para descargar toda clase de contenidos que van desde música, pasando por series y películas, a videojuegos o ebooks. Los principales proveedores de descargas viven en amenaza de bloqueo, o de detención de sus principales responsables.
The Pirate Bay es el caso típico. La veterana web de nacimiento sueco ha sobrevivido una y otra vez a bloqueos geográficos (el más reciente uno fallido en Australia), a confiscaciones de dominio y a prácticamente cualquier cosa que se le ha puesto por delante. Si bien uno de sus fundadores, Peter Sunde, se ha mostrado crítico con la web en los últimos años, sigue resistiendo pase lo que pase.
Recientemente las autoridades han centrado su atención en Kickass Torrents. Tras ser cerrada el pasado verano, la que hasta ese momento era la líder en el mundo de las descargas mediante la red BitTorrent revivió hace poco en un nuevo dominio con su equipo original encargándose de gestionarla.
A pesar de todo esto, la comunidad Torrent resiste gracias a una cualidad única: actúan como una hidra. Al animal mitológico le crecía una nueva cabeza por cada una que se le cortaba, y con el caso de las webs de torrents ocurre lo mismo. Siempre que se ha cerrado uno de estos sitios las descargas no han disminuido, simplemente se ha desviado el tráfico a otras.
Sin embargo, con la llegada de los servicios en streaming como Netflix o Spotify hay voces que afirman que las descargas se han reducido. Ahora bien, no es oro todo lo que reluce. Para que una canción en streaming cubra los costes de una pista en un CD debe reproducirse 47 veces.
¿Por qué se debería potenciar el uso del streaming?
Todos los que estamos aquí, en esta página, en este momento, hemos usado alguna vez un programa para descargar cualquier contenido usando el protocolo P2P. Estoy convencido de que muchos de los que estamos aquí, hasta hace pocos años, teníamos una enorme colección de música, series y películas almacenada de forma local.
Uno de los principales argumentos que se puede usar a la hora de alabar el uso del streaming en la reproducción de contenidos es, ante todo, la comodidad que ofrece. Pensemos por un momento en descargar una película o una canción de uno de estos clientes P2P. Hay que observar varios factores: que el archivo en cuestión no sólo esté disponible sino que haya fuentes para descargarlo y la velocidad de la conexión de dicha fuente. En función de esto último significa que lo conseguiremos más rápida o lentamente. Este problema desaparece con el streaming, además de que el archivo no se almacena localmente en el PC.
Por otro lado, en el caso de que quieras tener contenidos almacenados en tu disco duro las plataformas de pago como Netflix o Spotify permiten descargar contenidos para su reproducción offline, con lo que si quieres seguir viendo tus series o películas favoritas (o escuchar a tus artistas preferidos) si no tienes conexión a Internet.
Vale la pena señalar que las suscripciones son muy asequibles. El éxito de las plataformas bajo demanda se basa en ofrecer buenos contenidos, enmarcados en un catálogo extenso y a una buena calidad de vídeo y audio a un precio para todos los bolsillos. Esto hace que nos planteemos si no será más cómodo pagar la suscripción en lugar de buscar por mil sitios hasta encontrar lo que buscamos.
Otro asunto importante a tener en cuenta es que desaparece la publicidad. En un servicio de pago no tendremos que volver a escuchar ni una sola cuña de radio promocionando el nuevo trabajo de un artista que no nos guste, ni ver pornografía por todas partes al intentar ver un capítulo de Juego de Tronos.
¿Por qué se debería seguir usando el P2P?
Todo lo que acabamos de comentar en el punto anterior son argumentos válidos en favor de las plataformas que funcionan bajo suscripción, pero la comunidad P2P también cuenta con una serie de razones poderosas para dar validez a su propuesta.
El primero de ellos es uno al que los creadores de The Pirate Bay, entre muchos otros, se han adherido durante mucho tiempo y que podemos encontar en el programa del Partido Pirata: la cultura es un bien común y todos los ciudadanos tienen derecho a acceder a ella. Compartir contenidos es una forma de asegurar esa libre circulación, mientras que plataformas como Netflix o Spotify la condicionarían.
Otro argumento a favor de seguir usando las descargas P2P es obligar a los productores a mantener precios competitivos. Es cierto, tanto la industria musical como la audiovisual han tenido que replantear nuevos modelos de negocio para luchar contra las descargas. Esto ha llevado a que en muchos casos se tenga que ofrecer más contenido por menos dinero.
Atendiendo al primer razonamiento, compartir archivos no debería ser ilegal. En España no lo es, de hecho. Iniciativas como la que lleva a cabo la Fundación del Software Libre con las licencias GNU liderada por Richard Stallman indican que para que un programa pueda evolucionar y llegar a más gente se anima a compartir el código y el programa tantas veces como sea necesario. Lo mismo se podría decir de una canción o una película: a cuanta más gente llegue, mejor.
Otra de las ventajas del P2P es tener el contenido en cualquier momento y lugar, sin que sea necesario estar conectado constantemente a Internet. Hay que tener en cuenta que hay países en los que el acceso a estos servicios no es algo fácil, con lo que las descargas son la única manera que tienen de acceder a estos contenidos.
Como otra razón para recurrir a las descargas tenemos el hecho de lo diferentes que son las plataformas de vídeo bajo demanda a las de música. En Spotify está más normalizado y, a no ser que se trate de algo muy poco conocido o extremadamente raro, se puede encontrar prácticamente cualquier cosa. Con las plataformas de vídeo esto no es así, y no muchos usuarios están dispuestos a pagar para utilizar dos servicios de streaming.
¿Siguen teniendo sentido las descargas P2P?
Partimos de la base de que descargar contenido protegido es ilegal. Está tipificado dentro de la Ley de Propiedad Intelectual, ya que no se reconocen los derechos del autor que el creador de la obra debería percibir. Esta, por supuesto, es la principal razón por la cual se persigue al P2P.
Y es que sí, un creador musical o audiovisual tiene derecho a cobrar por su trabajo como cualquier otro. Una película, una serie o un disco necesitan a personal cualificado para realizar las distintas funciones que conllevan la producción del material. Material que, por otra parte, cuesta mucho dinero crear. Los costes son muy elevados y todo el mundo quiere su parte.
Tal y comentamos antes, las plataformas de streaming están cambiando la situación poco a poco. Parece que los hábitos de los consumidores están centrándose más en estas plataformas de pago. Quizá no puedan comprar películas o discos cada mes, pero la suscripción es una cantidad monetaria que todo el mundo puede pagar. A fin de cuentas, de lo que se trata es de apoyar a quienes han creado la obra.
Con los argumentos en la mano y sopesándolo fríamente, quizá valga más la pena suscribirse a Netflix o Spotify que buscar música o películas que descargar en redes P2P. La cultura merece ser de circulación libre, sí, pero libre no quiere decir gratis.
Como siempre que se habla de estos temas, tenemos un enorme problema de concepto. Estamos llenos de prejuicios y falacias que nos hacen pensar que realmente no hacemos tanto daño a la industria, cuando realmente sí lo hacemos.
Dedicarse al cine o a la música es tener un trabajo como cualquier otro, y como tal, hay que reconocer a los profesionales que lo desempeñan su trabajo. Hasta ahora las opciones que teníamos para ello no eran muy buenas, pero ahora que existen buenas plataformas que vale la pena mantener, deberíamos empezar a planteárnoslo más en serio.
Imagen | Paulo Henrique,Marit & Toomas Hinnosaar, Sorosh
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