Gracias al teletrabajo he vivido en varias ciudades del mundo. Trabajaba pocas horas y, al mismo tiempo, estudiaba posgrados, idiomas e hice voluntariados muy interesantes.
Ya en otro artículo os conté cómo era teletrabajar a comienzos de la década de 2010 y ser nómada digital, viajando entre países o mudándome a nuevas ciudades según me iba apeteciendo. Había muchos retos porque las conexiones a Internet no siempre eran las mejores, ni siempre abundaban.
Pero también tenía muchas ventajas, como la posibilidad de conocer muchos países, personas e idiomas sin dejar de desarrollar mi carrera profesional. Durante unos años, mientras teletrabaja para una empresa española, vivía en ciudades muy baratas.
Todos sabemos que los salarios para personas jóvenes según acaban la universidad pueden ser muy precarios. Pasaba hace diez años y sigue pasando en muchos casos. Y yo, además, trabajaba solo unas 3 o 4 horas al día. Pero con mis horas libres hacía maravillas, al menos de acuerdo a mis curioridades e intereses.
Mudanza a un nuevo país
La suerte mía fue que, en vez de dejarme encandilar por París o Nueva York, como esos lugares que desde pequeñas nos muestran como los sitios guay del mundo, yo tenía otras preferencias. No os voy a engañar, siendo aún universitaria, esas grandes ciudades sí eran mi sueño. Luego, por casualidades de la vida, acabé viviendo en Macedonia (ahora llamada Macedonia del Norte) y desde ahí descubrí que la antigua Yugoslavia era como estar en casa. Me fascinaba su cultura y sus lenguas. Aun a día de hoy lo hace.
Cuando volví de Macedonia comencé a teletrabajar y supe que quería mudarme a Sarajevo. La que aún a día de hoy está entre mis ciudades favoritas del mundo (aunque el clima extremo tanto en verano como en invierno haga que no quiera más vivir allí). Había ido a Sarajevo de viaje mientras estaba en Macedonia y me fascinó la ciudad.
Es cierto que una consecuencia que muchas veces está trayendo el hecho de que personas con altos salarios se muden a ciudades baratas de países con unos ingresos menores es que se están encareciendo las ciudades y para la gente local pasa a ser más dificil pagar un alquiler (de hecho, en Sarajevo me han contado mis amistades que ahora es así porque hay mucha gente extranjera que ha llegado dispuesta a pagar altos precios por sus alquileres, porque para ellos sigue siendo barato).
En este caso, para ser un poco responsables de nuestra decisiones y que sus resultados sean más sostenibles, yo siempre recomiendo yo siempre recomiendo buscar casas normales (escapar de lujos fancy si no es la tendencia) y pagar lo que pagaría un local con un trabajo similar al tuyo.
Al mismo tiempo, apostar por la comida local, por las costumbres de tu nueva ciudad es también útil y, sobre todo, respetar. No hay que olvidarnos de los problemas que lugares como Medellín, Lisboa o Canarias reportan a causa de los comportamientos de muchos de los nuevos nómadas digitales llegados a sus ciudades.
Puede sonar raro querer trabajar menos porque eso nos da menos ingresos. Pero me quedaban muchas horas libres del día para estudiar otras cosas y para aprender idiomas y hacer voluntariados varios de temas que me interesan. Así que al final del día no paraba.
Aprovechar el tiempo libre
Aproveché durante tres años, no solo viviendo en Sarajevo, también en Essaouira y en Ouarzazate (Marruecos) y en Hanoi, Vietnam, para hacer tres postgrados de especialización en conflictos, por la UNED y aprendí el idioma bosnio (que es también serbo o croata) y el dariya marroquí (un dialecto del árabe). De este último me he olvidado bastante, tristemente, por falta de ensayarlo. El bosnio sigo hablándolo y me ha resultado muy útil para otras labores que volví a realizar años después por la zona.
Y también hice voluntariados varios que me llevaron a conocer muchas realidades y personas muy interesantes. Participé en la creación de una revista europea para personas jóvenes en Sarajevo y fui profesora de español con una organización local en un barrio de Hanoi donde viven muchas personas mudadas de otros lugares de Vietnam para trabajar en fábricas de empresas como Panasonic y Samsung.
Las condiciones de trabajo de mis estudiantes adultos eran esas de las que tanto se habla: 12 horas de pie, casi sin descansos, haciendo trabajos muy autómaticos y salarios ridículos que los llevaban a vivir en zulos (también me invitaron a conocer estas casas). Pero mi alumnado (sobre todo mujeres) quería aprender inglés para poder aspirar a puestos dentro de alguna de estas empresas con mejores condiciones laborales. De hecho, con algunas de ellas sigo en contacto y tienen una calidad de vida mucho mejor que en 2013.
También escribía mucho de temas que me interesan en una revista que compartía con otros amigos que tenían mis intereses de viajar diversos lugares del mundo.
Y, además de eso, el teletrabajo y echarle menos horas al PC también me permitió viajar como mochilera durante tiempo y descubrir a fondo países como Camboya, Tailandia, Malasia, Colombia o Argentina.
Cuando trabajamos muchas horas al día, el cansancio es tal que no es tan fácil compaginar el teletrabajo, aunque nos dé libertad, con la movilidad de un lugar a otro.
Imagen| Bárbara B.
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