Durante el último año y medio, ataques como los de Charlie Hebdo, París y Bruselas han azotado a la comunidad occidental, conmocionándola desde sus cimientos. Un sentimiento agravado por la conciencia de que nos enfrentamos a un terroristas armados hasta las teclas y que ha obligado a gobiernos y empresas de tecnología a pronunciarse y tomar cartas en el asunto.
Y si bien nos estamos refiriendo al DAESH principalmente –en cuyas comunicaciones, captación de nuevos socios y similares, la red juega un papel fundamental- esta clase de protocolos e iniciativas resultan aplicables a cualquier tipo de actuación criminal de esta índole.
Microsoft
De esta manera y como os contamos ayer mismo, Microsoft ha sido la última en subirse al carro. Sí, porque tan solo unos días después de que uno de sus ejecutivos (Steven A. Crown) declarase que no existía una “varita mágica” que impida que los terroristas usen Internet; los de Redmond han actualizado sus condiciones y políticas de uso para endurecer su posición respecto de esta clase de manifestaciones.
Eso sí, lo han hecho sin dejar de defender la libertad de expresión y la privacidad, dos premisas básicas para la multinacional que, entre otras medidas, han prohibido expresamente la publicación de contenidos terroristas en sus servicios, definido a qué se refieren con esta denominación, e invertido en la financiación de proyectos específicos para combatir el abuso de las plataformas online.
Por su parte, Facebook, además de colaborar con el gobierno estadounidense con el fin de frenar la difusión de los mensajes terroristas, la red de Zuckerberg incluye en sus normas comunitarias una mención específica para el terrorismo y asegura que trabaja intensamente para evitar que estos grupos usen la plataforma.
De hecho, cuenta con un equipo específico de vigilancia que se encuentra atento a las denuncias de los usuarios y que se encarga de comprobar si el contenido reportado contiene imágenes explicitas de violencia, fomenta el odio, etcétera; para eliminarlos lo más pronto posible.
Recientemente, la compañía también ha cedido a la presión de Obama y ha prohibido a los particulares ofrecer armas en la red social (aunque las ventas directas estaban vetadas, particulares y empresas la empleaban para ponerse en contacto con otros usuarios, anunciar sus productos, etcétera). Una decisión que también afecta a Instagram y que se ha plasmado en la renovación de sus condiciones legales.
En cuanto a Twitter, se postuló como otra de las más populares entre los terroristas durante una temporada. Un empleo que se vio mermado tras la eliminación, por parte de la red social, de hasta 125 mil perfiles relacionados con el terrorismo, la mayoría de ellos vinculados al ISIS. El gigante tecnológico también dispone de un algoritmo capaz de detectar los contenidos que incitan al ocio y a la violencia.
Por fortuna, parece que sus acciones están teniendo éxito, o eso asegura una investigación publicada en febrero, que apunta a que los terroristas no están teniendo mucha suerte en la plataforma de microblogging. El documento, de hecho, no solo encuentra una reducción de la efectividad en términos de alcance sino también una disminución de la frecuencia de publicación de estos grupos.
Telegram
Telegram también ha sido una de las herramientas favoritas de la célula –en especial después de que empezaran los bloqueos de la red del pájaro azul-. Un hecho que la aplicación de mensajería instantánea decidió abordar a finales de diciembre del año pasado, empezando por el cierre de hasta 78 canales relacionados con el ISIS.
La entidad también puso en marcha un protocolo específico para denunciar los contenidos y mensajes que hagan apología del radicalismo y anunció que pondría en marcha todas las medidas necesarias para “bloquear estos canales”. Algo que, en todo caso, no acaba con aquellas comunicaciones que se lleven a cabo a través de los mensajes intercambiados de manera privada.
Los de Mountain View también lanzaron un programa en su motor de búsqueda que pretende luchar contra el extremismo en la red. Un sistema que permite que aquellos que indagan acerca de contenidos dañinos sean redirigidos a sitios web totalmente opuestos, a una suerte de “comunidad de esperanza” en la que tengan la oportunidad de acceder “a información buena”.
Google, además, modificó su sistema de AdWords con el fin de evitar que aquellas búsquedas relacionadas con los terroristas apareciesen como tales. En su lugar colocó propaganda de ONGs en contra del radicalismo.
Otra de sus preocupaciones tiene que ver con el uso de los grupos terroristas de su plataforma de vídeo de YouTube (de la que constantemente eliminan contenidos violentos y que incitan a cometer actos terroristas). Tal es así, que la plataforma dispone de una etiqueta llamada “promueve el terrorismo”, con la que se puede denunciar el material que así lo haga.
Hace un tiempo, asimismo, Google afirmó que quería acotar las acciones del ISIS a la dark web, es decir, obligarle a replegarse. Una postura que si bien dificultaría la difusión de sus comunicaciones e ideología, también complicaría la intercepción de las comunicaciones.
Más agentes implicados
Evidentemente, las empresas de tecnología no son las únicas implicadas sino que resulta básico el papel que algunos agentes como Anonymous, el gobierno estadounidense y las Naciones Unidas están ejerciendo.
En el caso de este segundo y hace poco más de un mes, el secretario de Defensa, Ash Carter, anunció que había empezado a lanzar, por primera vez, sus ciberbombas contra la organización terrorista a la que nos hemos referido.
¿Sus objetivos? Golpear su estructura y conseguir que algunos miembros del Comando Cibernético se infiltren en ella con el fin de obtener datos sobre sus métodos y prácticas de primera mano, interferir en sus comunicaciones, etcétera..
Asimismo, son precisamente los agentes de esta facción los que se estaría planteando elevar a la categoría del resto de combatientes; unos hackers imprescindibles a la hora de sumar fuerzas con los ataques tradicionales.
En cuanto a las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad pretende desarrollar antes del 30 de abril del año que viene, un “amplio marco constitucional” que contrarreste los discursos del mal autodenominado Estado Islámico, así como el de otras entidades extremistas que emplean Internet como herramienta de reclutamiento y demás.
“El terrorismo no puede ni debe estar asociado a ninguna religión, nacionalidad o cultura […] y solo puede ser derrotado desde un enfoque integral y continuo”, apuntaban hace unos días.
Respecto a Anonymous, sus acciones se han centrado en el boicot y cierre de sus páginas, en la filtración de los datos personales de los altos mandatarios de la célula y otras iniciativas que ya te hemos descrito en anteriores ocasiones.
Eso si, tampoco debemos olvidar que, precisamente uno de los miembros de Anonymous, Jeremy Hammond, se añadió, a principios del año pasado, a la lista de terroristas del FBI (concretamente, a su Base de Datos de Detección de Terroristas). Una inclusión que ya entonces planteó preguntas acerca de la definición del gobierno de los Estados Unidos del terrorismo y que fue fuertemente criticada por la Electronic Frontier Foundation.
El papel de las autoridades españolas también resulta básico, especialmente tras el caso acontecido a mediados de abril, cuando Interior dio a conocer que se la policía había con seguido localizar a una serie de delincuentes que hacían apología del terrorismo, aunque en esta ocasión se referían a grupos como ETA, GRAPO y Terra Lliure, además de al enaltecimiento del extremismo islámico.
Consideraciones adicionales
Al margen de lo dicho y a pesar de los esfuerzos destinados, no podemos perder de vista que, precisamente, el ISIS se caracteriza por el aprovechamiento de la red para establecer contactos, organizarse, planear atentados y un largo etcétera que ya conoces.
Un poder digital contra el que no resulta fácil luchar pues en su estrategia se incluyen desde campañas en redes sociales, productoras de vídeo –Hayat Media Center- para YouTube, aplicaciones móviles e infinidad de recursos web –hasta servicios de almacenamiento como Archive.org y Justepaste.it para evitar que sus contenidos sean bloqueados-.
Además y tal y como apuntábamos al inicio de nuestro artículo, los miembros del DAESH no son los únicos que apuestan por Internet. De hecho y a pesar de la arraigada creencia occidental de que los islamistas viven dándole la espalda al mundo online, la realidad avala todo lo contrario.
De hecho, Gary Bunt (experto en la materia que lleva analizando su presencia online desde hace más de quince años, y autor de Virtually Islamic) afirma que la red “juega un papel básico en la expresión de la identidad islámica”.
Otro ejemplo claro de su “control” de la red lo avala la publicación de un manual propio para evitar las restricciones online, establecer contraseñas más difíciles de descifrar, sacar partido de navegadores como Opera Mini, operar de manera segura, y otras instrucciones sobre cómo utilizar Tor para establecer comunicaciones e interacción más privadas, trucos para acceder a los dominios Onion y similares.
Conclusiones
Para acabar, resulta obvio que todas estas medidas deberán ofrecer unas garantías elementales: privacidad y libertad de expresión. Una postura férreamente defendida, por cierto, por Microsoft que, hace unas semanas ya apuntó a esta cuestión ante el Consejo de Seguridad de la ONU y que considera como una auténtica responsabilidad.
“Para la industria de Internet la magnitud del reto terrorista es impresionante […] sabemos que hay decenas de miles de cuentas de terroristas en la red que se niegan a desaparecer. Si se elimina una, otra brota rápidamente en su lugar”, remataba. Unas declaraciones que vuelven a evidenciar la importancia de seguir luchando.
Por fortuna y, al menos según un informe de febrero del Programa sobre el Extremismo de la Universidad George Washington, que apunta a que los terroristas (al menos entonces) no están teniendo mucho éxito a la hora de difundir su propaganda y captar nuevos miembros. Una buena noticia, sin duda.
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