El streaming se ha llevado los mejores contenidos y si quieres verlos tendrás que pagar. Si no pagas lo suficiente, tendrás anuncios como en la TV en abierto
La que escribe estas líneas es una millennial que durante su infancia y juventud siempre vio la tele gratis. De hecho, mis recuerdos de Canal Plus es alternar Friends y Buffy Cazavampiros con las rayitas zumbantes del contenido codificado. Si quería ver un éxito actual, iba al cine. En la tele no faltaban los grandes clásicos como Pretty Woman o Quo Vadis en fechas señaladas (como ahora).
En el transcurso a la vida adulta apareció internet, el eMule y hasta aquí puedo leer. Esos tiempos pasaron a mejor vida con Netflix, una forma barata y conveniente de ver la tele a la carta y con algunos hitazos que confieso, nunca aproveché demasiado, motivo por el cual me di de baja cuando entró en vigor la prohibición de compartir cuentas. Con el desembarco de Netflix empezaba la era del streaming de la forma que mejor funciona: (casi) regalando el producto. No lo reconocí en su momento pero lo había visto hasta la saciedad en ese primer fascículo gratis de las colecciones.
El streaming nos abrió un mundo maravilloso a módico precio...
El sector del streaming ha ido evolucionando buscando satisfacer dos necesidades que en última instancia, son opuestas: ser rentables y tener cada vez más clientes. Para ganar suscripciones hace falta tener una cartera de productos llamativa, una política de uso amigable y precios populares (no necesariamente en ese orden ni que se den los tres), aunque obviamente este último punto es subjetivo: lo que a ti te parece caro puede que para mí no lo sea y a lo que tú no le sacas partido, yo puede que sí y me merezca la pena.
La situación es: tener los mejores contenidos (ya sean comprados o producidos) cuesta dinero. Los planes de precios más ajustados o la manga ancha a la hora de compartir cuenta implica que entre menos cash a las arcas. Y así, ser rentables cuesta más o directamente se torna en algo imposible. De hecho, los ratios de debt to equity de Netflix, Disney o Paramount están dentro de los parámetros del sector cinematográfico hollywoodiense.
Después de seducirnos con la comodidad de encender la tele y tener mil horas de entretenimiento, el ajuste de cuentas ha dolido y hay quien ha optado por darse de baja o darse un atracón de series pendientes durante ese mes que se ha suscrito. Es mi caso. Un tira y afloja entre plataformas y usuarios y usuarias que pasa por buscar nuevas fórmulas de monetizar y llega la publicidad: lo tiene Netflix, está también en Disney+ y previsiblemente llegarán a Prime Video. Una concesión que por cierto a (una muestra de) la ciudadanía española le parece bien, según un estudio reciente de The Trade Desk que ha recogido Business Insider.
...pero se ha llevado las mejores producciones. Y ahora quiere más
En estos años del streaming raro es encontrar una producción española ambiciosa diseñada a emitirse inicialmente en abierto, con excepciones como 'El Ministerio del tiempo' o 'Cuéntame'. Recuerdo la primera vez que oí hablar de 'La casa de papel', una producción de Antena 3 cuyos inicios se emitieron en la cadena de TV en abierto y para todo el mundo.
Después, llegó Netflix, abrió la cartera y ese exitazo pasó a ser uno de los reclamos de su catálogo. Ahora ya es la norma: 'Veneno', 'Cardo', 'El desorden que dejas', '30 Monedas', 'La Mesías', 'Antidisturbios', 'Arde Madrid' o 'Élite' solo están disponibles a través del streaming. Esto tiene su lado bueno: las series españolas atraviesan un gran momento en cuanto a impulso y proyección global. Y su lado no tan bueno: el streaming es la niña mimada de lo audiovisual, así que hay que pasar por caja para disfrutarlas.
Los tiempos de '7 vidas', 'Aquí no hay quien viva', 'Fariña', 'Cuéntame' o 'Vis a vis' en primicia en abierto y con publicidad parecen haber pasado a mejor vida y en estos momentos, si estos proyectos volvieran a nacer, es altamente probable que fueran directamente al streaming. Lo que nos pone en una situación paradójica: lo que antes veíamos en prime time gratis en abierto y con publicidad, su equivalente actual podemos verlo pagando. Si no pagamos lo suficiente, también con anuncios. Es el mercado, amiga.
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