En un contexto en el que el célere crecimiento de la tecnología ha modificado nuestros hábitos y costumbres a un ritmo más rápido de lo que nunca podríamos haber imaginado; no es de extrañar que algunos no solo no hayan sabido adaptarse al cambio sino que traten de atribuirle el origen de ciertas patologías.
Así, la nomofobia, la dependencia a las comunidades virtuales, la falta de comunicación y un largo etcétera, se han llegado a presentar como los males de la sociedad desarrollada. Unas enfermedades cuya causa se ubica, osadamente, a la facilidad de acceso a la red, el abaratamiento de los smartphones y un largo etcétera que te suena. De hecho, se hace especial hincapié en un colectivo tremendamente vulnerable: los niños y adolescentes. Por fortuna, un nuevo estudio ha concluido que estos saben perfectamente lo que se hacen.
La evolución de los adolescentes online
De esta manera y a pesar de que no hacemos más que leer acerca de cómo la cultura de los selfies, las redes sociales y otras aplicaciones están destruyendo la autoestima de nuestros pequeños, afectando a sus patrones de sueño y convirtiéndoles en adictos digitales y ciberacosadores online, lo cierto es que el análisis llevado a cabo por Fellicity Duncan, profesora del Cambrini College (Estados Unidos) sugiere que estos están sabiendo adaptarse y protegerse frente a estos supuestos peligros.
De hecho, según afirma esta experta, este colectivo está lejos de condenarse digitalmente. Algo que sorprende si tenemos en cuenta el asombroso tiempo que pasan frente a una pantalla. Una media que oscila entre las seis y las nueve horas diarias en el rango que abarca de los ocho a los dieciocho años, según una encuesta del Common Sense Media. El Pew Research Center afirma que incluso el 24% de ellos reconoce estar en línea casi constantemente.
Una tiempo que destinan a multitud de tareas, que van desde jugar hasta comunicarse con sus amigos a través de las redes sociales. Sin embargo, parece que saben hacerlo con cabeza. De hecho, Duncan no solo ha detectado que sus estudiantes están haciendo un uso más precavido de Twitter y Facebook y optando por una difusión más restringida, sino que también son conscientes de las consecuencias que la falta de cautela podría provocar.
“Habiendo crecido con estas plataformas, los estudiantes universitarios son muy conscientes de que nada publicado en Facebook es una verdad olvidada para siempre, y son cada vez más precavidos con las posibles implicaciones”, indica. De hecho, la migración de los más jóvenes a otras plataformas como Snapchat (en detrimento de la red de Zuckerberg) podría adjudicarse a esta cautela.
“Los adolescentes se involucran en la gestión compleja de su auto-presentación en los espacios en línea; para muchos estudiantes universitarios, plataformas como Snapchat, esa promesa efímera, son un bienvenido descanso de la necesidad de vigilar su imagen en línea constantemente”, comenta.
Pero no solo eso, sino que su examen pone de manifiesto que no son pocos los que, a través de las redes sociales, se comprometen con causas tan laudables como la filantropía y el voluntariado; y que utilizan estos medios para defender “la tolerancia, la igualdad y la unidad”; algo que, sin duda, sorprenderá a los más agoreros. Una realidad muy positiva a la que la información, campañas, educación e iniciativas como el Día de la Internet Segura podrían haber propiciado.
Otras consideraciones
En todo caso y según apunta nuestra psicóloga de cabecera Amparo Cervera, es evidente que “las causas del problema nunca pueden atribuirse a un objeto o tendencia”, sino a una disfunción de la propia persona. La falta de amor, de referentes “especialmente en el periodo que abarca de los 0 a los 3 años” puede crear a adolescentes y, después, a adultos con toda clase de necesidades.
Cervera, de hecho, afirma que los problemas adjudicados a los smartphones y similares no son más que nuevas adicciones, aquellas que han suplantado al alcoholismo y la ludopatía; y contra las que, evidentemente hay que luchar con todas las herramientas posibles y un buen punto de partida: la solidez de uno mismo.
Se trata, como siempre, del modo en que esos déficits se plasman, unas carencias y faltas que tratan de saciar mediante las redes sociales y otras herramientas que logran crearles un falso sentimiento de aceptación; “ese que no tuvieron de niños”. “Algo parecido a lo que sucedía con las tribus urbanas, a las que las personas se adherían para formar parte de un círculo determinado”.
Un hecho al que se añade el desconocimiento “del lugar que ocupan”, muy habitual en estas edades, así como de una escasa tolerancia a la frustración que, en casos extremos podría conducir a la depresión y similares. Evidentemente, en esto poco tiene que ver la tecnología en sí misma. Algo que, sin duda, obvian los resultados del nuevo análisis, que marca un significativo cambio de rumbo al respecto y que constituye, por supuesto, una buena noticia.
Al margen de lo dicho no podemos dejar de comentar que, ya en el año 2011, otra investigación de la Universidad de Tel Aviv aseguró que los adolescentes utilizaban Internet como fuente de conocimiento acerca de sí mismos en relación con los demás, y que construían de manera positiva su futuro con lo que descubrían en la red. Es decir, que esta funcionaría como una suerte de herramienta de ayuda en su viaje de “auto-conocimiento”.
Imágenes | Pixabay
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